Niños en situación de calle en Venezuela… ¿invisibles?

Niños en situación de calle en Venezuela… ¿invisibles?

Niños venezolanos por las calles de Caracas (EFE/archivo)

 

 

En este texto, una periodista y un psicólogo de Cecodap comparten testimonios de sus experiencias con niños, niñas y adolescentes en situación de calle que han registrado desde 2018, así como reflexiones de sus investigaciones en los últimos años sobre el tema, para explicar los riesgos a los que se expone esta población e ir más allá de la mirada de la lástima o el miedo.

Cerca del complejo urbanístico Parque Central, en Caracas, un grupo de adolescentes aprovecha el semáforo en rojo para acercarse a los carros. Agitan los potes de agua con jabón que llevan consigo y a veces, sin previo aviso, arrojan la mezcla a los parabrisas, limpian los vidrios y esperan algo de dinero a cambio. Hay quien los insulta y se molesta con ellos, otros sienten lástima. Nadie sabe de dónde vienen ni por qué están allí. Aparecen en mercados, estaciones de gasolina, cruces peatonales y avenidas a las hora pico. En la capital se han visto en La Candelaria, Las Mercedes y cerca de Capuchinos en los primeros cinco meses de 2024.

Por Cecodap

Los encuentros son fugaces como el cambio de luz del semáforo, pero revelan un desafío crónico de las políticas públicas para la niñez. ¿Qué vemos con frecuencia? Niñez y adolescencia en riesgo de explotación laboral y sexual que se desarrolla entre ausencias: falta de seguridad, atención sanitaria y educación, sin la certeza de conseguir alimento o hidratación, o de sentir el cariño y los cuidados básicos de la familia.

Las niñas en situación de calle

Según el informe de Funda-ICI, 95% de los niños en situación de calle eran varones. Algunos estudios, 9 años después, indicaron que el número de niñas había aumentado. Aunque las metodologías y el alcance de estos análisis no son comparables, sus resultados dan algunas pistas al respecto. Un censo realizado por la extinta Alcaldía Metropolitana en 2003, reseñado por Cecodap en el Informe Somos Noticia 2004, reveló que 1.082 niños, niñas y adolescentes se encontraban en situación de calle en el área metropolitana de Caracas. 24,3% eran niñas.

Fotografía del 3 de marzo de 2018 de niños caminando en un calle de Caracas (Venezuela). La inédita crisis económica y social de Venezuela se hace inocultable en calles y casas de abrigo que a diario reciben a niños que han quedado desamparados después de que sus padres emigraran a otro país a buscar nuevas formas de ingresos y los dejaran a cargo de personas que no pueden mantenerlos. EFE/MIGUEL GUTIÉRREZ

 

Las cifras presentadas por Leonardo Rodríguez indicaban que en 2017 la población femenina en situación de calle representaba el 20% del total de niños, niñas y adolescentes abordados en la investigación. Para 2018, eran el 40%.

Las niñas y adolescentes corren el riesgo de ser abusadas sexualmente, contraer infecciones de transmisión sexual, o quedar embarazadas al no tener acceso a métodos anticonceptivos ni educación sexual. Al conversar con ellas sobre su día a día, hablan de su rol de cuidadoras, especialmente si conocen a niños más pequeños.

Antes de la pandemia, un grupo de niños y adolescentes entre 11 y 18 años solía comer en los almuerzos comunitarios ofrecidos por una iglesia en Chacao, en Caracas. Eran conocidos porque su líder era una adolescente, Beca. Tenía 17 años y al menos dos viviendo a la intemperie o en estructuras abandonadas. Se había ganado la confianza de todos al defender a uno de los más pequeños en una pelea callejera. Repartía la comida e imponía las normas.

El puñado de niños no eran sus hijos pero le llamaban “madre”. En 2019 tuvo su primer bebé con el mayor del grupo. Beca prometió no volver a las calles. Una vez apareció en el almuerzo comunitario con uniforme de liceísta, el rostro limpio y el cabello peinado. Los voluntarios pensaron que el bebé sería un impulso para Beca, pero dejar las calles no es un proceso rápido. Al mes, regresó con ropa y zapatos sucios, actitud violenta y rostro triste. Después de la pandemia, no se le vio más en el municipio.

Un grupo de niños come productos que encontraron en bolsas de reciclaje el pasado 24 de noviembre de 2018, a orillas del rio Guaire, en Caracas (Venezuela). Durante dos meses Efe se mantuvo en las calles de la capital venezolana observando el día a día de los niños que, en su mayoría, ocupan espacios públicos del este de Caracas donde además de mendigar han creado un elaborado sistema para sobrevivir. EFE/Miguel Gutiérrez/ATENCIÓN EDITORES: Esta imagen hace parte de un fotoensayo de 40 fotos

 

Una vida sin estructuras fijas

Ningún niño quiere estar en la calle. “Cuando cierro los ojos pienso en mi mamá”, dijo un niño de 13 años en una entrevista, mientras desayunaba en Plaza Francia un cachito que un extraño le había regalado. Su amigo contestó: “Yo pienso en mi hermano más chiquito”.

Situaciones con componentes traumáticos asociados a la familia, en las que sus cuidadores principales carecían de las capacidades intelectuales, afectivas y/o económicas para mantenerlos protegidos, los empujan a la calle. Padres, madres o adultos significativos también los conducen a actividades marginales de ingreso –vender flores o caramelos o limpiar parabrisas–, y así comienza el contacto con la calle.

La violencia, el abuso sexual y el consumo de sustancias altera la forma en la que un niño, niña o adolescente se ve a sí mismo y al mundo externo. Una estrategia de supervivencia es unirse a grupos que se convierten en sus principales referentes de comportamiento. En su proceso de adaptación aprenden discursos, límites y formas de vincularse. Una constante es el conflicto que representa el adaptarse a estos códigos y su posterior inserción en la sociedad estructurada.

Las bandas callejeras actúan como “familias sustitutas”: entre todos se protegen de la violencia o el acoso externos. Sin embargo, atraen a los niños a actividades delictivas y al consumo de drogas.

Si son enviados a casas de abrigo o entidades de cuidados, si son adoptados por una familia o en un futuro llegan a tener un empleo, hay choques entre lo que han normalizado y lo que la sociedad espera de ellos. Esto puede ser una razón de futuros rechazos al momento de intentar su reinserción social y un factor de riesgo para repetir la situación de calle.

La capacidad para recibir, contener y establecer límites es clave para las personas o entidades que los reciban, comprendiendo que no son un objeto a ser extraído de las calles, sino sujetos de derecho que siguen teniendo sueños, metas y la capacidad para expresar su acuerdo o desacuerdo en el proceso de inserción social. Una forma de asegurar estos procesos es entender que se trata de un problema sistemático y que la presencia de la atención psicológica y de trabajo social los favorece.

La atención psicológica ofrece un espacio para resignificar y elaborar los duelos que conllevan los cambios que han sufrido en su infancia. El acompañamiento por psicología también es necesario por parte de los cuidadores o el hogar que esté en proceso de acogida, debido a que el desconocimiento y la frustración pueden ser factores que los hagan desistir en el proceso.

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