La verdad sobre el poder de la mentira: por qué triunfan los populistas, por Dayana Cristina Duzoglou

La verdad sobre el poder de la mentira: por qué triunfan los populistas, por Dayana Cristina Duzoglou

Los demagogos populistas, como virus letales, infectan las debilitadas defensas de la democracia, mientras que los aplaudidores del déspota causan un daño aún más devastador que sus propios verdugos, erosionando sus cimientos desde adentro

La política moderna enfrenta una amenaza silenciosa pero implacable: el auge del populismo demagógico. Líderes carismáticos que conquistan multitudes distorsionando hechos, explotando emociones y haciendo promesas fantásticas que saben que no pueden cumplir.

Las cifras son elocuentes. Según el Informe 2022 de Populismo Global de la Universidad de Cambridge, el número de naciones con gobiernos populistas se ha más que duplicado en la última década, llegando a 20 países.

Estos políticos son los herederos modernos de figuras históricas como Fidel Castro, el carismático líder cubano que estableció una dictadura marxista prometiendo justicia social. El legado de décadas de régimen castrista es una nación empobrecida y sin libertades.

Expertos advierten que la tendencia actual es alarmante. “Los populistas representan quizá la mayor amenaza a la democracia desde la Segunda Guerra Mundial”, afirma el politólogo Francis Fukuyama.

Promesas fáciles y enemigos imaginarios: la demagogia efectiva a través de la historia

El manual del populista es simple, pero letalmente efectivo: ofrecer soluciones rápidas, culpar a un “enemigo malvado” externo de los problemas del país, y repetir mentiras hasta convertirlas en “verdades alternativas”.

Así conquistaron multitudes líderes como Hugo Chávez en Venezuela, Xi Jinping en China o Vladimir Putin en Rusia. Chávez ganó inicialmente con promesas de luchar contra la pobreza y la corrupción. Putin se erigió como el salvador ante el “caos democrático” tras la caída de la URSS. Y Xi predica el orgullo nacionalista mientras censura voces disidentes, aplica el crédito social y concentra poder absoluto.

Otros emblemáticos populistas usaron tácticas similares, distorsionando realidades en ascenso al poder absoluto. Hitler culpó a judíos de los problemas de Alemania. Mussolini atizó el descontento de posguerra. Y Erdogan aviva el miedo a kurdos, el odio a Israel y a cualquier disidente para ganar apoyo.

La fórmula es tan antigua como efectiva: un líder carismático, un “enemigo” a quien culpar, eslóganes simples… y millones cautivados creyendo haber encontrado respuestas fáciles a problemas complejos. La cruda realidad, tarde o temprano, termina imponiéndose a la ilusión creada por estos embaucadores.

Y en este peligroso juego de distorsión de realidades y manipulación emotiva fue pionero Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, quien perfeccionó el uso de mentiras masivas para ganar apoyo popular. Técnicas como repetir falsedades hasta convertirlas en “verdades alternativas”, satanizar “enemigos”, simplificar mensajes, y apelar a emociones primarias, sentaron las bases de los manuales populistas actuales. El legado de Goebbels, padre de la propaganda moderna, es una “biblia” que los demagogos contemporáneos adaptaron con letal eficiencia para fracturar democracias y concentrar poder autoritario.

Emotividad extrema: cómo los populistas activan nuestros sesgos cognitivos

Los líderes populistas de izquierda, como Hugo Chávez de Venezuela, Fidel Castro de Cuba, Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil y Evo Morales de Bolivia, han demostrado ser maestros en la manipulación de emociones primarias como el miedo, la ira y la frustración y el resentimiento. Han explotado estos sentimientos para superar el raciocinio lógico y ganar apoyo.

Chávez, por ejemplo, explotó la ira contra las élites para llegar al poder y, una vez allí, perpetuó un estado de crispación contra enemigos foráneos para ocultar problemas internos. Castro, por su parte, recurrió al orgullo indigenista y a la victimización del campesino frente a los terratenientes para consolidar su base de apoyo.

Lula da Silva, aún y cuando implementó uno de los programas de protección social más grandes del mundo, fue acusado de corrupción, mala gestión económica y todavía es señalado por el escándalo del Mensalão y como buen populista de librito, culpa siempre a las elites y a la “derecha” por tales señalamientos.

Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia, utilizó su origen humilde e indígena para luchar por sus raíces indígenas. Durante su mandato, su gobierno estuvo plagado de denuncias de corrupción.

Estos líderes activan sistemáticamente prejuicios, miedos y anhelos a modo de atajos mentales que nublan el pensamiento crítico. Antes de discernir realidades, las multitudes entran en un frenesí donde consignas simplistas sustituyen al análisis factual. Estudios han demostrado cómo la razón se doblega frente a mensajes cargados de carga emocional extrema.

En términos de estadísticas, el apoyo electoral a los partidos populistas ha aumentado en las últimas décadas. Según el Global Populism Database, el promedio de la puntuación de populismo, en 40 países, se ha duplicado desde 0.2 a principios de la década de 2000 alrededor de 0.4 en la actualidad. Además, el número de países con líderes clasificados como al menos “algo” populistas también se ha duplicado en ese período.

Los líderes populistas a menudo recurren a falacias y heurísticos para nublar el pensamiento crítico

Aquí, algunos ejemplos:

Falacia del hombre de paja: Esta falacia implica distorsionar, exagerar o tergiversar la posición de un oponente para hacerla más fácil de atacar. Por ejemplo, un líder populista podría argumentar que sus oponentes quieren destruir la economía del país, cuando, en realidad, simplemente están proponiendo políticas económicas diferentes.

Heurístico de la disponibilidad: Este sesgo cognitivo implica basar las decisiones o creencias en la información que es más fácil de recordar o que viene a la mente rápidamente. Un líder populista podría explotar este sesgo al repetir constantemente ciertos mensajes o ideas, haciendo que parezcan más verdaderos o importantes de lo que realmente son. Un ejemplo es Andrés Manuel López Obrador en México: López Obrador, conocido como AMLO, quien frecuentemente repite su lema de “primero los pobres”, lo que refuerza su imagen como un líder que se preocupa por los menos privilegiados

Falacia de la pendiente resbaladiza: Esta falacia implica argumentar que un evento desencadenará inevitablemente una serie de sucesos negativos sin evidencia. Un ejemplo es Nicolás Maduro, quien sostiene que, si las sanciones económicas a Venezuela aumentan y las existentes no se levantan, su gobierno no podrá proveer servicios básicos. Paralelamente, una élite gubernamental disfruta de lujos y negocios lucrativos obtenidos a través de la malversación de fondos nacionales.

Heurístico de la confirmación: Este sesgo cognitivo que nos lleva a buscar y dar más importancia a la información que confirma nuestras creencias preexistentes, mientras ignoramos o desacreditamos la información que las contradice. Chávez, por ejemplo, a menudo presentaba información que confirmaba las creencias de sus seguidores sobre la corrupción y la explotación de las élites económicas, mientras ignoraba o desacreditaba la información que contradecía estas creencias.

El manual del líder populista

El líder populista exitoso suele encarnar un ethos de hombre fuerte, decisivo y franco que “dice las cosas como son” sin tapujos ni rodeos. Cultiva una imagen de rudeza hipnótica y lenguaje llano que permea como adrenalina en venas de seguidores hambrientos de directriz firme.

Vladimir Putin, heredero de los manuales estalinistas, magnetiza con pose de macho viril y llamados a la epopeya nacionalista. Los discursos de Mussolini eran ejercicios de teatralidad y bravuconería contra disidentes. Hitler levantaba el ánimo de masas histéricas con arengas apocalípticas contra conspiraciones judías imaginarias. Fidel Castro embelesaba con verbo inflamado y actitud desafiante de comandante invicto.

 

La receta del éxito populista siembra a corto plazo las semillas de una cosecha amarga: sociedades fracturadas consumidas por divisiones tóxicas y convulsiones sin fin.

El manual se repite invariable: una narrativa épica que glorifica al líder como encarnación de la verdad. Una farsa aplaudida por masas en éxtasis que dinamita los pilares de la democracia entre vítores ensordecedores.

Inmunizar al tejido social exige urgente un antídoto: instituciones fuertes, ciudadanos alertas y desmantelamiento de redes de complicidad con la tiranía.

Debemos rescatar el futuro de las fauces tóxicas del populismo. Por nuestras libertades amenazadas. Por la verdad distorsionada. Por la dignidad pisoteada del disidente.

Es hora de imponer la sensatez y de desterrar a los mercaderes de ilusiones.

Twitter X: @dduzoglou

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