La OSCE, el foro nacido en 1975 para impulsar el diálogo entre los bloques de la Guerra Fría, ha sido hoy de nuevo el escenario del enfrentamiento entre Occidente y Rusia debido a la invasión rusa de Ucrania, hasta el punto de que el mismo futuro de este organismo está en cuestión.
La apertura hoy en Skopje de su Consejo Ministerial ha estado marcada por las denuncias que el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ha tenido que escuchar en persona sobre la “brutalidad” y la “ilegalidad” de la agresión a Ucrania, formuladas por muchos de los 57 países de Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).
José Manuel Albares, ministro de Exteriores de España, país que preside este semestre la Unión Europea, se refirió en su intervención a la “ilegalidad” y la “injusticia” del ataque ruso, según explicó en una entrevista con EFE.
“He exigido la retirada incondicional e inmediata de todas las tropas rusas de territorio ucraniano, y todo ello, denunciando la violación flagrante de los principios del acta fundacional de la OSCE y también de los principios de la Carta de Naciones Unidas”, dijo.
Albares indicó que también ha quedado claro que “no hay ninguna fatiga en el apoyo, también diplomático a Ucrania”.
El representante de Estados Unidos, James O´Brien, se refirió a la invasión rusa de Ucrania como una “completa afrenta a las normas civilizadas, al derecho internacional y a los principios en los que se basa” la OSCE.
Lavrov, que estuvo escuchado las críticas con rostro impasible, tuvo que ver cómo los representantes de Moldavia y Ucrania abandonaron la sala cuando comenzó su discurso, así como lo de siete miembros de la UE y de la OTAN: Croacia, República Checa, Polonia, Rumanía, Estonia, Lituania y Letonia
El boicot de esos siete países comunitarios contrastó con la decisión de los ministros de Exteriores de Hungría y Austria, también miembros de la UE, de mantener encuentros bilaterales con Lavrov, algo que hizo también el de Armenia.
Austria justificó su decisión en que se produjo a petición de la OSCE, mientras que Hungría dijo que seguirá cooperando con Rusia en función de sus intereses nacionales, para asegurarse el suministro de gas y petróleo.
En su intervención, el ministro ruso afirmó que la OSCE “se encuentra al borde del precipicio” y que, en su opinión, ha dejado de ser una plataforma de diálogo al caer bajo el monopolio de un Occidente que, denunció, “se ha adjudicado el derecho de decidir el destino de la humanidad”.
Lavrov no pudo participar en el Consejo del año pasado por la negativa de Polonia, que ocupaba entonces la presidencia de turno de la OSCE, de permitirle la entrada a su territorio.
Ese país, así como los tres bálticos, ha decidido no enviar a sus ministros a este Consejo Ministerial en protesta porque Macedonia del Norte, que ocupa ahora ese cargo rotatorio, decidiera permitir la participación de Lavrov.
La jefa de la delegación estonia, Kaja Tael, advirtió incluso de que las “concesiones al agresor no hacen más que aumentar su apetito”.
Rusia ha vetado que Estonia, una ex república soviética ahora en la OTAN y en la UE, ocupe la presidencia de turno en 2024, forzando a una solución de última hora con Malta como candidato de consenso para hacerlo.
Moscú también mantiene bloqueada la renovación del contrato de la secretaria general de la OSCE, la alemana Helga Schmid, y de los responsables de Minorías, Libertad de prensa y Derechos Humanos.
El principio de consenso que rige las decisiones en la OSCE permite a Rusia retrasar esas decisiones, esenciales para el normal funcionamiento de la organización de seguridad más grande del mundo, que tiene misiones y programas de protección de periodistas, derechos humanos, vigilancia de la paz o monitoreo de elecciones.
De hecho, Albares acusó hoy a Rusia de “secuestrar” y “retorcer” esa norma del consenso.
Tanto el acuerdo sobre Malta sobre esos puestos debería tomarse mañana en la jornada final del Consejo.
En el bloqueo de esas decisiones Rusia ha tenido sólo el respaldo de Bielorrusia, un país que ha participado también, indirectamente, en la agresión a Ucrania.
Pese a ese aislamiento, las críticas unánimes que Rusia recibe de Estados Unidos, Canadá y la inmensa mayoría de los países europeos, son mucho más tenues o inexistentes entre los Estados de Asia Central.
Países como Turkmenistán y Kirguistán no mencionaron en sus discursos a Ucrania, como tampoco lo hizo Armenia, las tres antiguas repúblicas soviéticas.
EFE