León Sarcos: La Vida de Samuel Johnson

León Sarcos: La Vida de Samuel Johnson

La sabiduría del Dr. Johnson le indujo a opinar en algún momento –en una de sus muy brillantes conversaciones–, ante la testarudez de su oponente, cuando esta se transformaba en discusión: Señor, he encontrado un razonamiento idóneo para usted, pero no me considero en la obligación de encontrarle también sentido.

En tiempos de oscuridad, más curiosidad y lucidez. En épocas donde prevalece la inmoralidad y el vacío, mayor responsabilidad y ética. En pasajes de la historia de miseria cultural y desesperanza, robustez de alma y rebelión del espíritu. El maestro Jorge Luis Borges decía que la vida de un hombre es la vida de todos los hombres.

No es una regla, pero es una tendencia bien marcada, que si no naces en un hogar económicamente próspero o el azar te presenta un mentor, si quieres escribir, actuar, bailar o pintar con maestría y sin tutelas, tu vida será dolorosa y solitaria, y el sentimiento, el abatimiento y el abandono que nazca de la pesadumbre y el sufrimiento, se volverá el principal incentivo y el cemento sobre el cual se erigirá, enhiesto y desafiante, el memorable monumento a la belleza.





Releyendo la vida del Dr. Samuel Johnson uno no puede dejar de emocionarse, conmovido por los impecables retratos que hace Boswell a largos intervalos y sentir que, con todos sus avatares la vida es bella, como el título de la película dirigida por Roberto Benigni, desde que descendemos de la cuna y nos echamos a andar con los primeros botines que nos regalaron nuestros padres por los paisajes llanos, empedrados y empinados de la Tierra.

La biografía, el más humano de los géneros

El ser humano no es un pedazo ni tampoco un tramo de existencia: es la suma de un todo al que solo después de una escrupulosa auditoría de sus obras y acciones, bondadosas y mezquinas, y de sus debes y haberes del alma, puede mostrarse al mundo una versión aproximada de lo que realmente fue.

El príncipe de los biógrafos, Plutarco, ya lo había escrito: Tampoco es siempre en los logros de mas mérito y distinción donde mejor se disciernen las virtudes o los vicios de los hombres; con gran frecuencia, una acción en clave menor, una sucinta declaración, una broma, distinguen mejor el carácter verdadero de una persona que las grandes obras o las batallas más complejas.

El mismo Johnson, autor de las biografías de Vidas de los poetas ingleses, acompañará al antiguo noble contador de vidas, en su juicio:

La tarea del biógrafo consiste a menudo en pasar de puntillas por encima de los actos e incidentes que dan lugar a una grandeza vulgar; conducir por el contrario al ámbito doméstico y desplegar los detalles minuciosos de la vida cotidiana, cuyas añadiduras externas han de quedar al margen, pues los hombres sobresalen unos por encima de los otros solo por prudencia y por virtud.

El doctor Samuel Johnson fue el hombre más célebre de la Inglaterra del siglo XVIII. Lo que representó para el resto de Europa el Siglo de las Luces o la Edad de la Razón, para los ingleses fue la edad del Dr. Johnson, quien escribió entre 1747 y 1755, él solo, un Diccionario de la Lengua Inglesa

Cuando Boswell escribió su biografía, nadie imaginó la trascendencia que ella tendría para el género y la polémica que encenderían hasta el presente sus múltiples renovadas ediciones. Para los entendidos, sus aforismos, su filosofía basada sobre todo en el sentido común y la elegancia de su estilo literario, contribuyeron a que Johnson sea el segundo autor más citado después de Shakespeare y el mejor crítico en lengua inglesa, poseedor de un talento y erudición único.

Nace un prodigio inglés

Este eminente hombre de letras nació en Lichfield, condado de Staffordshire, el 18 de septiembre de 1709, bautizado en la fe cristiana al día siguiente de ver la luz. En el registro de la parroquia de St Mary figura su padre con el calificativo de gentilhombre hoy perdido por el uso indiscriminado y convertido en el apelativo de señor, Michael Johnson, de humilde extracción y asentado en el oficio de librero y papelero. Llegó a amasar una modesta fortuna que se desvaneció por malas inversiones que realizó en empresas de pergaminos.

Su madre, nombrada Sara Ford, era descendiente de un antiguo linaje de labriegos acomodados del condado de Warwick. Tuvo un solo hermano, de nombre Nathaniel, que falleció a los veinticinco años. De su padre heredó una aciaga melancolía, de su madre una notable inteligencia, de ambos una profunda fe religiosa y una robusta moral. Fue un niño de inteligencia precoz y de una memoria asombrosa.

Boswell, al igual que sus contemporáneos, creía que el niño es el hombre en miniatura. Y concebía a la persona con rasgos persistentes vitalicios. Johnson, a decir del autor de su mejor biografía, tenía por supuesto una trayectoria:

Había estudiado en Oxford, y pasado de maestro de escuela fracasado a ser un escritor profesional en Londres, la figura dominante de la literatura de su época, poeta, biógrafo, lexicógrafo, ensayista, novelista, editor y crítico. Pero desde el principio mismo despliega su superioridad intelectual innata, su extraordinaria potencia, vivacidad y perspicacia, y por supuesto su poderío eminentísimo, su independencia de espíritu y su temple impetuoso que jamás lo abandonó…

El distinguido profesor estadounidense, Frank Brady, ha dicho en uno de sus prólogos a La vida del Dr. Johnson: Si la gloria mayor del arte consiste en disimular que es arte, la vida de Johnson, es arte de primera magnitud.

Fue siempre por su superioridad espiritual, un rey de hombres. Cuando se disponía a marchar a Oxford para continuar sus estudios, la maestra le regaló un pan de jengibre y le dijo: has sido el mejor de mis alumnos, y su maestro de lengua inglesa, Tom Brown, publicó un manual de ortografía que le dedicó.

En su vida, durante su infancia y juventud, dos hechos lo marcarán física y psicológicamente, hasta el final de sus días. Llegará a padecer escrófula o el mal del rey, enfermedad causada por la bacteria que produce la tuberculosis. Esta bacteria viaja por los pulmones y se aloja en los ganglios linfáticos del cuello. 

Sus efectos serían nefastos sobre su apariencia física, pues la escrófula le desfiguró el semblante de natural bien parecido y le perjudicó de tal forma el nervio óptico que con uno de los ojos no podía ver absolutamente nada, aunque por su apariencia externa nadie lo percibiera. Según Boswell, entre sus plegarias existía una titulada y rezada con mucha devoción: Cuando recupere el ojo malo.

A los veinte, la mórbida melancolía heredada de su padre que siempre acechaba su constitución física, a la que contribuían sus particularidades, sumada a su aversión al orden, hará su aparición con una virulencia inusitada, y llegará a afectarlo de manera espantosa. 

Estando de vacaciones se sintió abrumado por una espeluznante hipocondría, una constante irritación, inquietud e impaciencia, y un terrible abatimiento, tristeza y desesperanza que hacían sentir miserable su existencia, al punto que llegó en varios períodos a creer que se encontraba al borde de la locura.

Un ser distinto, extraño, indefinible

La que sigue es la descripción más completa y auténtica que he encontrado del temperamento y personalidad de este personaje. Así lo describe Boswell: Samuel Johnson, es el individuo más raro y más peculiar que yo haya visto en la vida. Mide un metro ochenta, tiene violentas convulsiones de la cabeza y el cuello, y distorsiona los ojos al mirar. 

Habla con aspereza en voz muy alta, y no presta atención a la opinión de nadie, siendo absolutamente pertinaz en las suyas. Mana de su boca el sentido común en todo lo que dice, y parece poseído de una provisión prodigiosa de conocimientos que no tiene el menor cuidado en comunicar al primero que se le ponga delante, aunque con tal obstinación que da a sus parlamentos un aire falto de gentileza, algo zopenco, desagradable e insatisfactorio. En dos palabras, no hay palabras para definirlo.

Su juvenil apego al bello sexo fue muy pasajero, y existe total certeza de que no forjó relación ilícita de ninguna clase. Su conducta fue rigurosamente virtuosa en ese terreno, y si bien gustaba mucho alborozarse con el vino, solo se le vio ebrio una vez.

A la muerte de Harry Porter, un amigo a quien acompañó en su lecho de enfermo hasta el final de su vida acaecida el 3 de septiembre de 1734, unos meses más tarde iniciará el cortejo de la viuda Elisabeth (Tetty) Porter, que culminará en matrimonio el 9 julio de 1735.

 Pese a la opinión desfavorable de la familia que no aprobaba una relación con un joven que ella casi doblaba en edad. Johnson tenía 25 y ella 45 y tres hijos: Jervis, Lucy y Josep. Ese mismo año hizo la traducción del francés de Un viaje a Abisinia, del jesuita Jerome Lobo.

Entre los muchos méritos de Samuel Johnson, uno solo contiene su múltiple y rica dimensión como ser humano, intelectual y hombre de letras: era un individuo inabarcable en todas sus magnitudes. En razón de tal juicio, por diverso y complejo, me dedicaré a reseñar dos de los periodos más representativos de su vida. 

Los que corresponden a su pasantía en Oxford (1728-1729), el proceso de elaboración del Diccionario de la Lengua Inglesa (1747-1755), y algunos comentarios acerca del género biográfico, además de las impresiones de varios grandes escritores sobre su biografía.

Su ingreso a Oxford

Venido a menos su padre económicamente, su ingreso a Oxford solo será posible –cosas del azar– a una herencia imprevista recibida por su madre, de 40 libras esterlinas, que le dejó su prima Elisabeth Harriots. Aunque no suficiente para completar la carrera, la complementaría el compromiso de subsidio de un amigo, que nunca cumplió.

Acompañado de su padre, en 1928 ingresa al Pembroke College de Oxford, el 31 de octubre, donde pasará según la mayoría de investigadores un año y algunos meses, y que tendrá que abandonar por falta de financiamiento. Esta constituye una de las etapas más intensas y destacadas de aprendizaje en su formación.

De Oxford hay dos pasajes dignos de comentar: el reconocimiento que le hace Alexander Pope por su diligencia y rapidez en la traducción de El Mesías y un comentario que hace el profesor Adams, a la postre director después que Johnson abandona Oxford, que tiene mucha significación en la actualidad para los cultivadores del género.

Según Boswell, su tutor le pidió que produjera una traducción al latín del poema El Mesías de Alexander Pope, como ejercicio navideño. Lo llevó a cabo con una insólita rapidez y de manera magistral, al punto que le ganó el encomio del propio autor. El poema fue enviado a su padre como reconocimiento y es la publicación más antigua que se conserva de cualquiera de los escritos del Dr. Johnson. 

Otro profesor cuenta que una noche se le oyó en la habitación que ocupaba en Pembroke, el siguiente soliloquio en voz alta y enfática: En fin, tengo la intención de ver qué se hace en otros centros del saber, de modo que iré a visitar las universidades del extranjero. Iré a Francia, a Italia, a Padua y me andaré con mucho ojo, atento de mis propios asuntos, porque un mentecato ateniense es el peor de los mentecatos. 

Cuando el Dr. Adams, muchos años después, le comenta a Boswell cómo recuerda a Johnson en Oxford, comete un error de impresión que solo por el hecho del biografiado estar vivo al momento, puede corregir con una visión opuesta.

Y esto habla de la impresión como la más difícil de las técnicas para llegar al alma de los seres humanos y profundizar en el arte. Se puede mirar y no tener impresión, se puede conversar y no tener impresión, se puede hacer el amor con alguien y aun así no tener la más auténtica de las impresiones.

El Dr. Adams, me contó –dice Boswell– que Johnson durante su estancia en Pembroke College, gozó del afecto de cuantos le rodeaban, fue un alumno alegre y juguetón, y allí paso la etapa más feliz de su vida.

Cuando le comenté la versión que me diera el Dr. Adams –dijo Boswell– Johnson repuso: Señor mío, entonces, era yo un loco violento. Era mi amargura lo que tomaban por ánimo juguetón. Vida sumida en una pobreza miserable y solo pensaba en luchar para abrirme camino con mi ingenio y mi literatura; por eso despreciaba todo poder y toda autoridad.

El Diccionario de Lengua Inglesa

Desde 1742, algunos años antes de hacer el acuerdo promovido por los editores para producir el Diccionario de Lengua Inglesa, Samuel Johnson había planificado el desarrollo del mismo. Pero solo en 1747 daría a conocer la publicación de su plan o prospecto. 

En un opúsculo, lo vemos mencionar que muchos de los escritores cuyos testimonios habían de aducirse en calidad de autoridades fueron seleccionadas por Alexander Pope, lo cual demuestra que estaba provisto de todas aquellas sugerencias que el insigne poeta había aportado de cara a tan magno proyecto literario, que había sido asunto de importantes y sopesadas consideraciones durante el reinado anterior.

Un día, el Dr. Adams lo encontró agitado en labores concernientes al diccionario y le preguntó ¿Cómo va a resolver todas las etimologías de tan magna obra? Pues vea, señor –le respondió– ahí están Junius, Skinner y otros en ese anaquel. ¿Pero cómo sería capaz de hacer eso en solo tres años, la fecha acordada para terminarlo? Debe tener en cuenta que la Academia Francesa, compuesta por cuarenta miembros, necesitó cuarenta años, para compilar su diccionario.

Samuel Johnson le respondió: Así es en efecto. Esa es la proporción. Veamos: cuarenta veces cuarenta son mil seiscientos. Como tres es a mil seiscientos; esa es la proporción que guarda un inglés por un francés.

Finalmente, el Diccionario de Lengua Inglesa apareció en 1755. Tardó nueve años en producirlo, tiempo por demás impresionante para un solo hombre coordinar tan monumental obra. Las buenas nuevas de la aparición del diccionario vienen acompañadas del otorgamiento del reconocimiento de Oxford. De la primera edición se imprimieron 1.750 diccionarios y en el primer mes se habían vendido 888 ejemplares.

Un siglo atrás, se habían publicado cerca de una veintena de diccionarios, incluido el Britannicum de Nathan Bailey en 1721, que contenía más palabras que el compilado por el Dr. Johnson, pero sin la calidad de este. En 1741, David Hume, había afirmado: 

La elegancia y la propiedad de estilo han sido muy descuidadas entre nosotros. No tenemos un buen diccionario de nuestra lengua y apenas una gramática tolerable. Johnson proporcionó una visión del siglo XVIII y ofrece una presentación fiel de la lengua que se utilizaba. Es más que una obra de referencia, es una verdadera obra de literatura.

Los autores más citados: Shakespeare, Milton y Dryden. Una importante innovación en la lexicografía lo constituyó el uso de citas literarias para ilustrar el significado de las palabras. El diccionario no fue rentable durante los primeros años, lo sería después. En cuanto a Samuel Johnson, para aquel tiempo no había derechos de autor y las 1.575 libras esterlinas del acuerdo inicial ya las había consumido durante el proceso de preparación.

A principios de 1756, nuestro querido Dr. Johnson, de nuevo acosado por las precariedades económicas –paradojas de la vida–, después de ser aclamado por su obra, irá detenido por una deuda de 5 libras y 18 chelines. No teniendo a quien recurrir, le escribió en la tribulación al escritor y editor Samuel Richardson, que le había prestado dinero en el pasado. Este, bondadoso, le envió 6 libras y 6 chelines, un poco más del importe de la deuda, con lo que quedaría sellada una amistad. 

Sobre la biografía de Samuel Johnson

Para el profesor estadounidense Frank Brady, autor de uno de los prólogos a la Vida de Samuel Johnson, una teoría estructurada de la biografía depende por completo de la suposición de que la biografía sea una obra real o ficticia.

La autenticidad, en el caso de Boswell, de la que este hace gala en la biografía de Samuel Johnson y en sus obras biográficas, por encima de todo, es lealtad con la realidad. La narrativa de ficción puede ser motivo de placer, por su potencial inventiva; la narración de lo real incita o estimula una conciencia de alerta: si esto le pasó a alguien puede sucederme también a mí.

El planteamiento mental de la ficción procede de la imaginación; el de lo real de la memoria.  Las obras de la imaginación son cerradas, las de la memoria son abiertas. Crimen y castigo, es una novela que se contiene a sí misma, solo podíamos saber de su protagonista Raskolnikov, porque no es un personaje real. 

Mientras que la vida de Samuel Johnson es permeable, puede contrastarse con otras fuentes exteriores. Un personaje novelesco solo necesita ser verosímil, en cambio el sujeto de la biografía debe ser creíble.

El siglo XVIII dio mucha más resonancia y reconocimiento a lo real que a lo ficticio, mientras que hoy día la situación se ha invertido, dándole preponderancia a la imaginación o a la reconstrucción imaginaria. Sin embargo, Boswell supo conectar lo mejor de la tradición biográfica en el tiempo que le tocó hacerlo.   

En La vida de Samuel Johnson logra incorporar, de forma simultánea, el aspecto ético que fue el centro de atención de la biografía en sus inicios, con Las vidas paralelas de Plutarco, la tradición de la biografía anecdótica, que encuentra sus antecedentes más antiguos al menos en la Memorabilia de Jenofonte sobre Sócrates, suma el análisis psicológico, además de que era un diarista impenitente, y tenía la experiencia introspectiva de santos y pecadores, como San Agustín y Rousseau.

Mucho se ha discutido sobre la valoración histórica y literaria de la Vida de Samuel Johnson, comenzando por el maestro Jorge Luis Borges (1899-1986), que no comparto: 

La vida de Samuel Johnson de Boswell ha sido comparada muchas veces a los Diálogos con Goethe de Eckermann. Hay una diferencia fundamental. Eckermann es un discípulo respetuoso que anota las opiniones del maestro. Boswell crea una especie de comedia con dos personajes centrales: Johnson, siempre querible y no pocas veces ridículo; Boswell, casi siempre ridículo y maltratado.  

Thomas Macaulay (1800-1859): La Vida de Samuel Johnson es un gran libro, escrito por un imbécil. El primero en su género y nadie le va a la zaga. Él sabía que un imbécil no puede escribir un gran libro. 

Walter Scott (1771-1832): El mejor libro de ventana de salón que se haya escrito nunca.

Robert Louis Stevenson (1850-1894): Tomo un poquito de Boswell cada día, como si fuera la Biblia, y me propongo seguir leyéndolo hasta el día en que me muera.

Samuel Johnson recibió el título de Master of Arts por la Universidad de Oxford en 1755 y el título honorario de Doctor por el Trinity College de Dublín en 1765. Fue enterrado con honores junto a los grandes hombres de letras de Inglaterra en la Abadía de Westminster el 13 de diciembre de 1784, a los setenta y cinco años.

El aforismo donde más se me hace presente el genio del Dr. Johnson en los tiempos que corren, es aquel de la película Senderos de Gloria (1957), cuando su director Stanley Kubrick le pone a decir al gran actor Kirk Douglas: El patriotismo es el último refugio de los canallas.

León Sarcos, julio 2023