El burka, la casa y el gobierno: la “triple prisión” de las mujeres afganas, sin derechos ni oportunidades

El burka, la casa y el gobierno: la “triple prisión” de las mujeres afganas, sin derechos ni oportunidades

Mujeres afganas vestidas con burka caminan por una calle en Qala-e-Naw en la provincia de Badghis el 16 de octubre de 2021 (Foto de Hoshang Hashimi / AFP).

 

La mujer afgana no tiene derechos ni oportunidades, vive en una triple prisión: El burka, la casa y el gobierno. Las niñas y las mujeres en Afganistán son sometidas con dureza al régimen talibán, son ciudadanas de segunda, no pueden ser ellas mismas y no se les permite tener sueño; este es su testimonio.

“Afganistán es un infierno para las mujeres, es un centro penitenciario donde no existe la paz, donde somos tratadas peor que a los animales”, explica en una entrevista con EFE la refugiada Gita Saeed, activista para los derechos de las mujeres, que tuvo que huir de su país para no ser asesinada o secuestrada por los talibanes.





“Las mujeres tienen que aceptar la violencia en sus propias casas y vivir como en un centro de detenidos. Solo ser amas de casas, sin otra opción; no se puede estudiar, trabajar o salir sola y, por supuesto, aceptar la violencia”, lamenta.

Por eso, insiste, hay tres prisiones para ellas: la casa donde están sus padres, sus hermanos o su marido, que no las dejan salir ni participar; la sociedad en si, y el burka, porque no se puede salir sin él puesto, tienen que esconder el cuerpo.

Pero esta situación se recrudece aún más cuando son viudas. “Es como un infierno, no puedes salir porque no tienes un hombre que te acompañe, no tienes nada. No tienes futuro, no tienes esperanza. Solo esperar la muerte”.

EJERCER LA MEDICINA

Con lágrimas en los ojos, recuerda la llamada que ha recibido de su madre horas antes de la entrevista. Su madre es médica, pero la obligan no solo a trabajar con el burka, sino a taparse las manos, “se tienen que coser unas telas para que no se les vean”.

Cuando habla con ella por teléfono, su madre rompe a llorar de impotencia porque dice que así es muy difícil trabajar, con cara y manos tapadas. “Cómo vamos a curar a los enfermos en estas condiciones” se pregunta la madre. Pese a ello, sigue trabajando para ayudar a sus pacientes, que, por supuesto, solo pueden ser mujeres.

UNA NUEVA VIDA

Gita Saeed lleva solo ocho meses en España con sus hijos de 17 y 14 años, tiempo en el que ha conocido el significado de la palabra paz. “Hasta que no llegué aquí no sabía lo que era”, comenta, al tiempo que agradece el apoyo que recibe de la ONG Málaga Acoge, en sur de España, para salir adelante.

Es viuda, hace nueve años los talibanes mataron de un disparo a su marido, que colaboraba con la organización humanitaria no gubernamental francesa ACTED.

Por eso, explica, su fuerza procede del dolor pasado y la mirada de su marido cuando le dijo que, si le pasaba algo a él, sabía que lucharía por sus hijos.

Cuando cierra los ojos recuerda la tristeza de las niñas en Afganistán, no pueden ir a las escuelas, no pueden estudiar: “Ellas no lo entienden. En mi país es pecado volar, las mujeres son ciudadanas de segunda, tratadas peor que los animales por unas personas que causan un daño terrible, los talibanes”.

Asegurado que las mujeres no solo viven secuestradas, sino también atemorizadas y, “si no cumples las reglas te matan, desapareces o te llevan a las prisiones”.

SUEÑOS

El objetivo de vida de Gita Saeed es seguir luchando por las mujeres y pide apoyo, apoyo para todas esas personas que tienen que emigrar, darles una oportunidad.

La mayoría de las que fueron evacuadas por las potencias occidentales cuando los talibanes recobraron el poder (2021) son mujeres con formación, capacitadas y luchadoras, por eso es tan importante la educación, argumenta.

“La verdadera salvación pasa por la libertad de pensamiento. Por la educación”, reitera.

Tiene un sueño, un sueño que hace pensar: “Mi sueño es muy simple, la libertad de las mujeres, que puedan trabajar, estudiar y ponerse la ropa que quieran, vivir como humanos”.

EFE