Por qué plantar árboles es la peor medida para frenar la deforestación del planeta

Por qué plantar árboles es la peor medida para frenar la deforestación del planeta

Foto: Efe

 

 

 

Plantar árboles es bueno. Tenemos tan arraigada esa idea, parece tan simple y es tan intuitiva que resulta muy fácil de vender. La crisis climática y la necesidad de encontrar soluciones urgentes ha reforzado el mensaje con una lógica muy simple: los bosques absorben CO2. Sin embargo, a menudo hay que desconfiar de las respuestas sencillas para los problemas complejos, incluso si esas respuestas parecen venir directamente de la investigación científica. Así lo reseñó El Confidencial.

En 2019, un artículo publicado en ‘Science’ trataba de demostrar, precisamente, que la plantación de árboles tenía un enorme potencial para luchar contra el cambio climático. De hecho, los autores llegaban a la conclusión de que era la medida más eficaz que se podía implementar. Este trabajo desató una gran polémica y la prestigiosa revista tuvo que publicar correcciones de otros expertos, que señalaban errores muy graves en los cálculos y en las conclusiones. Sin embargo, no lo llegaron a retirar y se sigue citando a menudo a la hora de defender ciertas políticas. Por ejemplo, es la primera referencia que utiliza la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en un informe de julio de 2021 sobre actuaciones medioambientales en África.

“El estudio de ‘Science’ asumía que las zonas donde no hay árboles son zonas degradadas. Esa idea puede ser correcta para Europa o parte de Norteamérica. Por nuestro clima y nuestros suelos, podría haber árboles en zonas que han quedado deforestadas por las actividades humanas. Lo que no tiene sentido es aplicar esta lógica a todo el mundo”, explica a Teknautas Víctor Resco de Dios, profesor de Incendios Forestales y Cambio Global en la Universidad de Lleida. Los organismos internacionales “están planificando realizar plantaciones forestales en zonas de África que a día de hoy son sabanas y pastizales, pero que lo han sido durante millones de años”, comenta.

Aunque no lo parezcan, esos ecosistemas africanos son muy ricos en biodiversidad, pero lo más importante a efectos del cambio climático es que “tienen unas concentraciones de carbono en el suelo muy elevadas, porque se ha ido concentrando durante millones de años”. Entonces, ¿qué pasa si tratamos de poner un bosque? “Cualquier perturbación que se hace sobre el suelo, como la preparación del terreno para una plantación, repercutiría en un aumento de las emisiones de CO2, porque se liberaría todo ese carbono que a día de hoy está almacenado”, destaca el experto.

Bosque. (EFE)

 

Al margen de que algunas acciones puedan ser contraproducentes, como concepto general, ¿es bueno plantar árboles para luchar contra el cambio climático? El 30% de las emisiones de CO2 las absorben los ecosistemas terrestres, en gran parte, gracias a las grandes masas forestales, como el Amazonas. Por lo tanto, es lógico pensar que con más masa arbórea se absorbería más carbono. Sin embargo, algunos datos demuestran que esa premisa no se cumple. Aunque existe un importante proceso de deforestación en los trópicos, la superficie forestal del planeta ha aumentado en los últimos 30 años en un tamaño equivalente a Argelia, el décimo país más extenso del mundo, con 2,3 millones de kilómetros cuadrados. El abandono del campo en los países desarrollados es uno de los principales factores de este incremento. Paradójicamente, la capacidad de absorción de las emisiones por parte de los ecosistemas terrestres va disminuyendo.

Más bosque no equivale a menos CO2

“Este dato nos indica que tener más bosques no es equivalente a almacenar más CO2”, señala Resco de Dios. Un nuevo bosque tarda tiempo en convertirse en ese “sumidero de carbono” que ayudaría contra el cambio climático, pero además, “si no lo cuidas, que es lo que suele pasar, puede ser pasto de las llamas”, lo que tiene, precisamente, el efecto contrario, ya que provoca emisiones. Si estamos hablando de una reforestación planificada, como en el ejemplo de la sabana africana, “cualquier plantación de árboles en sí misma aumenta las emisiones, porque implica trabajar la tierra y liberar el CO2 que contiene el suelo. Además, implica otros condicionantes que también podrían suponer un problema en el escenario actual, porque los árboles consumen agua.

Por otra parte, una reforestación requiere una gestión posterior. Según explica el experto de la Universidad de Lleida, lo normal es plantar más árboles de los necesarios porque no todos los plantones se desarrollan, pero esto implica que más adelante hay que acometer “clareos”, eliminando algunos ejemplares para disminuir la densidad del nuevo bosque. Sin embargo, apenas el 5% de las repoblaciones se monitorizan posteriormente, así que el resultado es que “tenemos bosques estresados y propensos a los incendios, y en España tenemos algunos ejemplos”.

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