La educación moderna exigida por la “ilustración” obliga a una educación de todos en todo. En primer lugar, en ciudadanía, hábitos de convivencia y respeto y consciencia plena de nuestras obligaciones y derechos en ese orden, porque la libertad predicada y practicada es y debe ser una libertad desde la responsabilidad individual y colectiva.
Una ética de carácter global y universal es obligarte en cuanto que la tierra se nos “achica” y la humanidad crece en número y expectativas de vida y bienestar. Ello nos obliga a desarrollar modelos de crecimiento económico menos depredadores y más conservacionistas. Modelos sociales menos desiguales e injustos y sistemas políticos más democráticos y con respeto absoluto a los Derechos Humanos.
Una educación de contenidos vacíos y obsoletos no nos sirve. Una educación para el conformismo y el cambio para no cambiar tampoco sirve. Ni la del “titulado” ajeno a la innovación y emprendimiento.
Tampoco sirve una educación individualista, centrada en el éxito personal y pragmático del tener y el poder. Educar para el trabajo y la vida conserva apenas la validez de lo general-declarativo. ¿Está preparada la familia, la sociedad y el estado para la exigente “nueva-educación-permanente” que los tiempos exigen?
En América Latina y en Venezuela creo las respuestas han sido insuficientes, o simplemente no hay respuestas. Nuestra educación en general me luce adocenada, repetitiva y anticuada.
De hecho, en Venezuela no hay un proyecto educativo sino un proyecto ideológico-político de control y dominación.