Fredy Rincón Noriega: Ganarse el respaldo de la FANB

Fredy Rincón Noriega: Ganarse el respaldo de la FANB

En el artículo firmado por Abraham F. Lowenthal y David Smilde ¿Qué tiene que hacer la oposición para avanzar? Me llamó la atención esta cita: “Un gobierno altamente autocrático no puede ser derrocado solo porque es ampliamente reconocido como ilegítimo, ni siquiera por ser muy impopular, sino solo cuando hay apoyo nacional para una fuerza alternativa creíble, capaz de ganarse el respaldo de las Fuerzas Armadas…”

Hay que admitir y reconocer la influencia que ejerce el estamento militar en las decisiones de estado. Prerrogativas y fueros reconquistados en la constitución de 1999 la posicionaron como un actor político de primer orden. Adquirieron un poder que a veces olvidamos a la hora de adelantar negociaciones. El proceso de reeducación monitoreado por el fidelismo le ha dado nuevos referentes para su cohesión, espíritu de cuerpo y disciplina interna.

Desde el 2002 la oposición no ha tenido éxito en el manejo de su relación con las fuerzas militares. De la bufonada golpista pasamos a las fantasías de la plaza Altamira. Luego aisladas aventuras llenas de mártires, pero con resultados catastróficos. En fin, una secuencia de errores que le ha facilitado argumentos a la cúpula militar para elaborar un discurso puertas adentro de los cuárteles que los unifica. 





Para nadie es un secreto el enriquecimiento de una casta militar privilegiada. Su codicia y desmedido afán por enriquecerse a expensas del erario no tienen límites. Prevalidos de poder, desde el general hasta el guardia nacional en las alcabalas actúan con impunidad para el matraqueo y el pillaje. Esta ausencia de ética y honor entre los hombres de uniforme crea serio impedimento para que la sociedad democrática establezca vía de comunicación con el sector castrense. Sin embargo, esta ostensible realidad no es el proceder de la mayoría de los uniformados. De tal manera que a la hora de la denuncia es conveniente advertir que no todo el componente castrense es corrupto. Este tema debe ser abordado con sensatez y midiendo cada palabra que se va a decir. Hacer generalización no sirve y resulta contraproducente.        

Hay que evitar estridentes calificativos despectivos y generalizaciones a la hora de hacer justas críticas a la cúpula militar. Ante sus frecuentes torpezas lo que procede es la argumentación fundamentada y el mensaje civilista. La historia venezolana tiene ejemplos a los que se puede recurrir para contraponer el exacerbado militarismo que exhiben los que hoy controlan Miraflores y Fuerte Tiuna. De alguna manera hay que construir puentes y autorizadas vocerías para que el mensaje de cambio llegue y sea asimilado en ese sector. Hay que ponerle sordina a esos ruidos que obstaculizan la posibilidad de una mediación militar para una transición pacífica y negociada.

Admitamos que será difícil adelantar esa eventual transición a la democracia sin la participación de los militares. No es contra ellos sino en común acuerdo con estos, por lo que resulta inconveniente adelantar acciones con el propósito de dividirlas o fracturarlas. Tener presente este significativo detalle, no es impedimento para que sigamos condenando las flagrantes y sistemáticas violaciones a los DDHH cometidos dentro y fuera de sus instalaciones por personas plenamente identificables y que tendrán que dar cuenta de sus procederes a la justicia. Recodemos que estos delitos no prescriben.   

Desde que se impuso el centauro de los llanos a finales de la década de 1820 hasta nuestros días, la lanza, la espada y el fusil siguen marcando pautas reguladoras y son factores necesarios para que se materialicen los cambios y las soluciones.

Tenemos dos siglos lidiando con recurrentes regímenes autocráticos. Siempre aparecen en su contra fuerzas de resistencia civil. Con sabiduría autóctona, recurriendo al ingenio de nuestros pensadores, apelando a operaciones políticas que, guidas por el sentido común, hemos podido dominar estos accidentes históricos y retomar los senderos democráticos, republicanos y civilistas.

No queda sino fortalecer esa ciudadanía y su liderazgo mediante la acción sostenida de la palabra, la escritura, la oratoria y los medios de comunicación social. En reuniones, diálogos y entendimientos entre los actores que pugnan por el cambio. En la calle, en la vereda, en el barrio y la urbanización, en ciudades, pueblos y caseríos. En el debate parlamentario y en el foro internacional hasta tensar al máximo las relaciones entre la disidencia civil y esta autocracia militarista.

Hay que superar la grieta entre los defensores de una sociedad civilista y los hombres de uniforme. Si asumimos que el éxito de una transición hacia la democracia pasa por entendernos con los militares, estamos requeridos de modular el lenguaje para que pueda fluir un dialogo que tenga resultados eficaces.