Un letrero con la frase “Se solicita peluquera, manicurista y lava cabeza” acompaña la vitrina de una peluquería en el Centro Plaza de Altamira desde hace 6 meses. Varias han atendido el llamado pero ninguna se ha atrevido a conservar el puesto.
Raylí Luján / LaPatilla
“No sé por qué nadie quiere trabajar. Muchas dicen que sí al principio y luego no vienen al día siguiente”, explica Paolo, el encargado del negocio. No se rige por paquetes salariales. Cada una obtiene un porcentaje de cada cliente atendido. Asegura que en una buena semana pueden obtener entre 400.000 y 600.000 bolívares de pago.
En una panadería ubicada en la avenida Francisco de Miranda se encuentra un aviso similar. El gerente del local dice haber recibido al menos un resumen curricular por día durante las dos semanas que tiene publicado.
Sostiene que no solo ofrece salario base, el que actualmente se ubica en 40.000 bolívares más 25.000 bolívares de cestaticket. “También damos beneficios, damos desayuno y almuerzo. El horario es cómodo, de 7 de la mañana a 2:30 de la tarde. Lo que pasa es que nadie quiere echarle pierna”.
El joven a cargo del personal atribuye la dificultad de recluir empleados a la situación económica y social del país. La falta de transporte afecta el cumplimiento del horario laboral y la remuneración obtenida no resulta motivadora.
Dalia Combariza, gerente general de una tienda de ropa ubicada en el centro comercial Sambil de Chacao entiende las razones económicas que obligan a su personal a retirarse. Una buena vendedora en un mes de ventas puede lograr obtener 200.000 bolívares de comisión.
Su búsqueda de subgerente y asesora de venta ya suma dos meses. Dice que la mayoría de las síntesis curriculares que ha recibido supera la edad ideal para el puesto.
Combariza logró contratar a dos de las entrevistadas durante el proceso de selección. Actualmente su plantilla está casi completa, sin embargo mantiene el letrero. La rotación de asesoras siempre está presente. “Consiguen algo mejor. Duran entre 4 y 6 meses y es por la paga”, agrega.
José Ángel Castillo, de 18 años de edad es vendedor en una zapatería desde hace un mes. Está pensando renunciar en los próximos días para poder dedicarse a sus estudios universitarios. Había escogido este puesto entre varias opciones porque fue la mejor oferta salarial: un poco más de sueldo mínimo.
Vive en La Hoyada y le toca atravesar Caracas en metro todos los días. “No es fácil. Casi siempre llego tarde. El transporte siempre es un problema”.
Espera conseguir un empleo a medio tiempo que le permita estudiar. Dice que aunque le ofrezcan un buen pago no está dispuesto a abandonar su carrera.
El encargado de un pequeño emprendimiento de comida rápida que prefirió no identificarse insiste en que a los jóvenes les cuesta comprometerse con una actividad actualmente. Considera que la tecnología ya supera cualquier tipo de esfuerzo presencial. Dice que su oferta salarial supera los 4 salarios mínimos y aun así se le complica atraer personal.
Juan Carlos Da Silva, gerente de la tasca restaurante “Madame Fru Fru” en el Centro Empresarial del Este apunta hacia la migración como un factor clave durante los últimos años que afecta el sector laboral.
“Ya estoy buscando un tercer cocinero en menos de 2 años. Los 2 anteriores se fueron porque se iban del país (…) el aviso tiene poco tiempo publicado y hay que esperar un poco”, explica.
Da Silva manifiesta que ninguno de sus trabajadores percibe actualmente sueldo mínimo. Todos están por encima del promedio. Cuenta con un par de mesoneros desde hace 20 años. No ha rotado demasiado el personal aunque sí lo ha disminuido. “La venta no es como antes”.
El precio de la Canasta Alimentaria Familiar en mayo de 2019 se ubicó en 2.552.836,38 bolívares. Se requieren 63.8 salarios mínimos para poder adquirir la canasta referida a una familia de 5 personas. Se hace imperativo en la Venezuela actual contar con 2 ó 3 puestos de trabajo a la vez.
Los venezolanos han optado por figuras laborales de medio tiempo o tipo “freelance”, que les genera mejores y más altos ingresos. Y el hecho de que muchas de ellas sean labores que puedan cumplirse desde el hogar es un beneficio ante el inestable servicio de transporte público.