Alfredo Maldonado: Demasiado lejos de los venezolanos y demasiado cerca del madurismo

Alfredo Maldonado: Demasiado lejos de los venezolanos y demasiado cerca del madurismo

 

Volar de Maiquetía a Moscú debe ser cosa de al menos 14 horas y con una escala, no lo sé porque lo más lejos que llegué hace demasiados años fue hasta Paris, Roma y Madrid. Y una vez a Londres, pero desde Madrid. Hasta cualquiera de esas capitales el vuelo directo es de entre 7 y 9 horas, ponga usted 8 de promedio. Un poco más que lo que se tarda volando directo de Maiquetía a Buenos Aires o a Santiago de Chile. 4 horas hasta Nueva York una más en taxi, Uber o limosina hasta la Trump Tower o el Hotel Plaza en la 5ª. Avenida con 59th Street.





Por Alfredo Maldonado

Vaya donde vaya usted todo lo queda más cerca que Moscú o Pekín, a ver si nos vamos entendiendo. Hasta Turquía, con su propio tirano comercializador de oro. No tiene usted idea del costoso esfuerzo de mandar a unos pilotos gordos al mando de unos bombarderos anticuados. Porque lo de “capacidad nuclear” es sólo que tienen características para llevar esas bombas o misiles a bordo, soltarlos si es el caso y salir pitando. Más o menos lo que hizo el bombardero Enola Gay en 1945 sobre Japón, ¡hace tres cuartos de siglo! y con motores de pistones y hélices.

Los chinos están defendiendo al régimen de Nicolás Maduro no por comunistas sino por inversionistas y acreedores, es demasiado lo que se les debe como para darse el lujo de correr cualquier riesgo. También es una manera de mantener la cara china frente a la cara rubicunda de Donald Trump. No sería de extrañar que ya alguien de confianza de Guaidó y de Trump & partners estuviese calmando a los chinos y pactando arreglos de pagos, entrega de petróleo y nuevos negocios para la lujuria económica de este Pekin al cual el color de cada gato le importa un bledo a cambio de que tome chocolate y pague lo que debe, como preconizaba aquél popular cha-cha-chá de tiempos de Pérez Jiménez por acá y Mao Tsé Tung por allá. Los chinos tienen sus intereses y aspiraciones, y también saben que todavía yuang es yuang, dólar es dólar, euro es euro y rublo no es nada. Y saben que petróleo en mano, aunque suba la producción y baje el precio, es más rápido, barato y fácil llevar crudo desde Venezuela hasta el Golfo de México y traer en la misma ruta al revés nafta, diluyentes y demás insumos y repuestos, que cubrir el larguísimo trayecto hasta los puertos chinos.

El problema de Rusia y la frustración de Vladimir Putin son ser una gran potencia a la cual se le cayó un muro que arrastró al parapeto soviético, ver cómo los chinos de los cuales pretendieron ser guías décadas atrás se les han ido tan adelante que ya ni siquiera compran aviones rusos, y darse cuenta de que a pesar de su tamañote, sus tradiciones y su larga historia, no son más que una dictadura al estilo bananero que sobrevive por su producción y venta de petróleo y gas. Y, ciertamente, por una amplia y modernizada industria militar.

Pero los chinos ya están en la Luna, y acaban de terminar el segundo radiotelescopio más grande del mundo, los carros chinos poco a poco van superando fallas y empiezan a venderse en el mundo entero como los japoneses y surcoreanos mientras nadie que no sea ruso y viva en Rusia compra carros rusos; las aerolíneas del mundo escogen entre aviones estadounidenses Boeing, europeos Airbus y ahora también brasileños Embraer, principalmente, además de algunos modelos canadienses e italianos, ¿cuál aerolínea de cualquier importancia en América, Europa, Asia, África u Oceania compra para su flota aviones rusos? –aparte de Cubana de Aviación, por ahora.

No negamos la calidad de los productos de guerra rusos –los aviones de combate y los sistemas de defensa antiaérea son de calidad competitiva-, pero las tres grandes potencias industriales, agropecuarias, económicas, tecnológicas, políticas, sociales y económicas son Estados Unidos, China y la Unión Europea, Rusia no corre en ese grupo. China puede pelearle e incluso quitarle el primer lugar mundial a Estados Unidos o no, para Pekin y Washington es una pelea de negocios y las armas son para defender esos auténticos imperios industriales y comerciales, de resto lo de “imperialismo” es sólo banderita al viento.

Tener cuentas en bancos rusos es una idiotez habiendo tantos bancos muy grandes en todo el mundo, con el agravante que aun siendo rusos no escapan al control estadounidense. ¿Para qué tener cuentas y negocios en esas limitadas y vigiladas condiciones? Mejor un buen banco portugués –por eso europeo- o si usted quiere suizo, que cuentas en el invierno ruso. Complacer los orgullos frustrados de Vladimir Putin de poner su pica madurista en el Flandes estadounidense, no necesariamente es buen negocio, y 24 “Flankers” y los colectivos motorizados no automáticamente son garantía contra una acción militar.

No la deseamos, claro, pero entre practicar inglés y aprender ruso nos quedamos con lo primero. Los chinos, aunque sea en mandarín, piensan como Trump, porque son gente de negocios y tienen todavía demasiadas bocas que alimentar y familias que urbanizar. Detalles que le importan poco a Erdogan en Turquía y a Putin en Rusia.

Por eso, ¡ojo!, también el madurismo puede ser negociable.