El 21 de julio de 2017 la Asamblea Nacional designó y juramentó a 33 magistrados para sustituir a los jueces del régimen de Nicolás Maduro. Al ver el listado de nombres me llené de emoción al descubrir que dos de mis amigos y colegas se encontraban en ella. Pedro José Troconis Da Silva como principal de la Sala de Casación Penal y Rafael Antonio Ortega Matos como suplente de la Sala de Casación Social. Ambos caraqueños, egresados de la Universidad Santa María y profesores de la Universidad Fermín Toro en Barquisimeto en donde tuve el gusto de conocerlos primero como alumna y posteriormente como colegas.
La juramentación se llevó a cabo en la plaza Alfredo Sadel bajo la mirada de millones de venezolanos dentro y fuera del país. El orden y la justicia se deslumbraban en aquellos rostros de valientes guerreros quienes llegaban desbordando conocimiento y experiencia al ver sido sometidos previamente ante un Comité de Postulaciones que recibió 305 aspirantes.
Desafortunadamente, la emoción duró muy poco dado que un par de horas después del acto, el régimen de Maduro los desconoció y acusó de usurpar funciones del Poder Judicial. En los siguientes días los juristas Ángel Zerpa, Jesús Rojas Torres y Zuleima González fueron detenidos por lo que el resto se vieron obligados a exiliarse y hoy se encuentran dispersos entre Panamá, Chile, Colombia y Estados Unidos.
Una vez a salvo, Troconis concedió un par de entrevistas en las que explicó que el asedio hacia él y los demás magistrados fue tremendo. Las casas de sus familiares y amigos más cercanos habían sido violentadas con armas y pasamontañas para verificar si se encontraban con ellos, además de exponerlos a interrogatorios para que les dijeran donde se encontraban.
Desde la distancia seguí de cerca las noticias que me llenaban de angustia tanto por los juristas como por sus familiares quienes también sufrían con ellos. En agosto Troconis y yo nos encontramos en un evento en Weston. Dejando aún lado los títulos propios entre colegas me saludó con ese calor amistoso que aún desbordaba el olor a mi tierra (Barquisimeto).
Hablamos un rato como buenos amigos y entre las cosas que me dijo fue: “Si tu pasión es el escribir, escribe. No pierdas tiempo, cada uno debe enfocarse en lo que le gusta. No permitas que nadie te desaliente. Aunque te encuentres en otras tierras tus estudios te pertenecen y nadie puede quitártelos”. Él nunca supo el impacto que me generó al aumentar mi autoestima pisoteada durante años por los mismos latinos quienes al saberme inmigrante no dudaban en humillarme por no ser americana ni tener dinero.
Sus palabras se me quedaron grabadas en el corazón por lo que al escuchar que el 13 de octubre de 2017 los magistrados tomarían posesión de su cargo en la OEA, haciendo de ello un caso inédito en la historia mundial por ser el primer Tribunal Supremo de Justicia en ser constituido fuera de su territorio jurídico, decidí que haría todo lo posible para apoyarlos en su noble labor. Realmente deseaba que el mundo entero conociera a nuestros magistrados, hombres honestos, capaces, quienes lo arriesgaron todo para que en Venezuela pudiera haber justicia.
Sin embargo, dado la curiosidad mediática que crearon, los magistrados se hundieron en un hermetismo casi desolador; por lo que dejando a un lado el tema del TSJ, me enfoqué en mi libro y posteriormente en el Foro Penal del cuál Troconis había sido coordinador en el Estado Lara ayudando así a muchos jóvenes quienes fueron injustamente privados de libertad solo por salir a protestar. Entre los detenidos figuraban jóvenes estudiantes, de buenos principios y valores quienes soñaban con un futuro mejor.
Desde el Foro Penal, Troconis demostró con hechos que la protección de los Derechos Humanos y el cuidar de cualquier persona que sea reprimida e injustamente detenida siempre había sido su norte y el convertirse en magistrado representaba su sueño de poder impartir justicia de una forma transparente, imparcial y expedita.
Sin duda, la vocación innata del magistrado, de todos los abogados y voluntarios del Foro Penal también se ha evidenciado en el buen trato que les dan a las víctimas y sus familiares quienes de forma generalizada han afirmado que se han sentido satisfechos con el profesionalismo con el que han sido atendidos desde que han solicitado los servicios de defensa gratuita en el centro de denuncias.
Cuando el presidente del TSJ legítimo Miguel Ángel Martín rompió su hermetismo, el pasado viernes 24 de febrero de 2018, las expectativas de los venezolanos puestas en ese órgano colegiado resurgieron al igual que mis ansias de escribir sobre ellos. El magistrado Miguel Ángel había aceptado la invitación de la doctora Carmen Cecilia Pérez a su programa “Políticamente Hablando” para explicar que efectivamente seguían trabajando dignamente para recuperar el orden constitucional perdido en el régimen de Maduro.
Así por primera vez me acerqué al Instituto Interamericano para la Democracia donde pude corroborar por medio de Lizandra Garriga, asistente ejecutiva del instituto, que los magistrados se reúnen todas las semanas para tomar decisiones administrativas y judiciales en esas instalaciones prestadas porque no tienen dinero para rentar una sede propia.
En definitiva, esos juristas dejaron sus familias y las comodidades de sus hogares en Venezuela para vivir en el exilio como cualquier otro inmigrante con sus limitaciones y carencias por seguir sus convicciones y hacer justicia desde el ente más elevado de nuestro sistema jurídico; así que para ellos todo mi respeto y apoyo porque estoy convencida que con personas tan íntegras y comprometidas con Venezuela pronto conquistaremos la libertad.
#QueSeHagaJusticia
Sígueme en las redes: @nasbly