¿Moral? ¿Hambre? ¡El Dilema!, por Juan Carlos Rubio Vizcarrondo

¿Moral? ¿Hambre? ¡El Dilema!, por Juan Carlos Rubio Vizcarrondo

 

Es muy difícil ver nobleza en un saqueo o en la exasperación del consumidor, tras percatarse que a un producto le han bajado el precio y que en otras circunstancias no lo pudiera comprar. Esta realidad ha generado una variedad de reacciones que van, desde la condena moral hasta la recriminación entre clases sociales. Aún así, la diatriba es transversal: por desesperación muchos, sin distingo de clase; saquean activa o pasivamente, sea rompiendo puertas o esperando a que la SUNDDE haga acto de presencia. ¿Tal conducta yace justificada? Si se cierne lo que la Sociología llama Tipos Ideales, que realmente no existen, una justificación sería imposible. Si se consideran las circunstancias materiales en Venezuela, podría justificarse pero no sin preguntarse: ¿qué tanto se deben ceder los principios cuando la necesidad apremia?

La referida interrogante lleva a dos posiciones claramente antagónicas, sostienes a tus principios a costa de tus necesidades o sostienes a tus necesidades a costa de tus principios. Siendo estas posiciones fundamentalmente incompatibles e irreconciliables debe hilar más fino para poder entendernos entre nosotros.

Toda esta discusión tiene su epicentro en la noción del derecho de propiedad: todos quieren retener lo que han obtenido por su esfuerzo y nadie quiere que lo suyo se lo quiten a la fuerza. Cuando nuestros bienes se intercambian libremente entonces estamos hablando del mercado o del libre mercado. En tal sentido, la posición de preponderar a los principios sobre las necesidades, argumenta que los productos, sean cuales sean; son propiedad de las compañías que los adquieren, y por ende; su precio debe ser fijado libremente por el vendedor. Por su parte, la posición de preponderar a las necesidades sobre los principios, argumenta que Venezuela vive bajo un mercantilismo, donde unos monopolios privilegiados venden productos con márgenes de ganancia sumamente altos, independientemente de la hiperinflación.

Ese tipo de situaciones exigen que nosotros podamos entender, a pesar de tendencias ideológicas o status social; que dos cosas aparentemente disímiles pueden ser ciertas al mismo tiempo. Por un lado, el derecho de propiedad amerita respeto porque sin él no tenemos más que una sociedad donde la violencia decide quien posee y quien no. Por otro, no se puede negar que en Venezuela se tiene una economía intervenida y sumamente distorsionada en el que difícilmente puede hablarse de “precio de mercado” o argumentar que no hay quienes se aprovechen de los controles para maximizar sus ganancias.

Cuando se padece de una economía de escasez, los vicios hacen fiesta. Oferentes que se saben privilegiados porque no hay competencia que ofrezca mejores productos y servicios. Precios que suben vertiginosamente ante el colapso económico. Consumidores que deben conformarse con cualquier oferta porque o es eso o es nada. En fin, toda una sintomatología que se traduce en la peor perversión de todas: una economía que no satisface las necesidades sino que abusa de ellas.

Más allá del dilema que pueda haber entre nosotros, yacen quienes están moviendo los hilos de nuestras peores bajas pasiones. Este conflicto nuestro es provocado, inducido y, sin lugar a dudas; es síntoma de nuestra desgracia. Los pecados entre nosotros podrán ser muchos pero en el medio de todo está su causa: un sistema totalitario que empobrece, humilla y corrompe. Este sistema es uno que reduce a la vida diaria del ciudadano a la satisfacción de lo más básico para que éste deje de empatizar y reflexionar.

No podemos dejarnos separar. Debemos darnos cuenta que seamos de una posición u otra, nuestras necesidades están convergiendo. Todos estamos empobrecidos. Todos vemos como nuestra razón se degrada día a día ante la carestía, el desabastecimiento y los salarios que no dan. Al día de hoy, estamos lo suficientemente conscientes para reconocer lo que da vergüenza y lo que no, lo que es abuso y lo que no, pero ¿por cuánto tiempo lo seguiremos sabiendo? La Pirámide de Maslow es más que clara: las necesidades fisiológicas siempre van primero y en la medida que estas se magnifiquen la moralidad irá desapareciendo cada vez más. Los dedos que apuntan entre los venezolanos, estén justificados o no; deben reorientarse hacia los titiriteros, hacia aquellos que ponen sus apuestas a lo peor en nosotros, hacia a esos que de nuestra autoestima han hecho añicos, de nuestra virtud chiste y de nuestra democracia tiranía.

@jrvizca

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