La Asamblea Nacional Constituyente y la Realpolitik, por @MichVielleville

La Asamblea Nacional Constituyente y la Realpolitik, por @MichVielleville

thumbnailMicheleViellevilleLa política venezolana se encuentra sumergida en la incertidumbre y bajo la constante amenaza a las instituciones democráticas. No sólo estamos en medio de un sistema de gobierno que está utilizando las estructuras constitucionales a conveniencia para permanecer en el poder, sino que pretende, además, destruir la democracia desde su propia dinámica interna, o lo poco que de ella nos queda.

La máxima que rige la acción política es “el fin justifica los medios”. La trampa, la amenaza, la astucia, la coerción, la eliminación de la competencia, el enjuiciamiento y encarcelamiento a la disidencia, el aislamiento internacional; todo esto queda justificado para este gobierno siempre y cuando asegure la realización de una fraudulenta e ilegítima Asamblea Nacional Constituyente.

La causa es que nos encontramos frente a la aplicación definitiva de la Realpolitik como práctica gubernamental oficial: esa concepción de la política concentrada en las relaciones de fuerza, que renuncia a las consideraciones morales y éticas, y procede a utilizar cualquier medio para cumplir objetivos, aun sin importarle si no son moralmente aceptables los caminos para lograrlos; que irrespeta el derecho y considera que las únicas relaciones válidas son aquellas donde se impone la ley del más fuerte.





Esta concepción de la política en el sistema político venezolano es la imperante, y se expresa a través de la insolencia del poder, vista en la actitud de un gobierno enfrascado en imponer un modelo que es rechazado por la mayoría, más decidido que nunca a torcer la ley para materializar sus planes. De igual modo se manifiesta cuando observamos la forma tan aciaga como los cuerpos de seguridad del Estado utilizan fuerza letal para disparar contra ciudadanos indefensos, que tienen todo el derecho de protestar y exigir el respeto a su voluntad.

La violencia institucional está llevándose decenas de vidas de ciudadanos que por un momento creyeron era posible rescatar la democracia y construir un mejor país. Pero la política del terror ha sido impuesta para intentar asegurar una estabilidad hace mucho tiempo extraviada. Nicolás Maduro y su gobierno sólo quieren mantenerse en el poder al precio que sea, sin importarles el costo tan grande a donde esa forma de gobernar nos está conduciendo. No se dan cuenta que son una minoría sin pueblo y credibilidad, en pleno colapso.

Estamos frente a un gobierno al margen del derecho, que aplica la justicia a conveniencia. El brazo judicial del ejecutivo hoy manipula la voluntad general, burlando el principio fundamental que establece la titularidad de la soberanía al pueblo, cuyo valor es constitucionalmente intransferible.

Estamos frente a un gobierno desesperado, actuando conforme a las pautas de la Realpolitik, que decide utilizar la fuerza para atacar las protestas. Las redes sociales a diario reseñan cientos de episodios donde la Guardia Nacional agrede, reprime e incluso llega a utilizar fuerza letal para dispersar a los manifestantes. En un acto de cobardía se ha recurrido a la violencia para imponer una oferta política inconstitucional, porque saben que de otra forma no podría ser aplicada. En suma, estamos ante un régimen que está dispuesto a enjuiciar –incluso- hasta a los miembros de su propia familia, cuando muestran una opinión crítica frente a sus prácticas contrarias al Estado de Derecho.
Pero se prevé que el ejercicio de la Realpolitik por la clase política gobernante, al final, termine por jugar en contra de sus propios intereses. En la medida de que se pretenda aumentar su potencia será más grande el riesgo de autodestruirse a sí misma y de destruir la gobernabilidad en el sistema político. De ahí que se advierta a diario del inmenso peligro de cerrar todas las vías institucionales para canalizar el descontento político.

Las fuerzas democráticas en el país no perdemos las esperanzas de poder recuperar la institucionalidad perdida. Más temprano que tarde veremos caer las estructuras que nos oprimen, por la dignidad de un pueblo valiente que cada día manifiesta su compromiso con Dios, la República y con la ley.