Alvaro Valderrama Erazo: Jesucristo es el rey del universo

Alvaro Valderrama Erazo: Jesucristo es el rey del universo

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Este Domingo 20. de Noviembre iremos los cristianos católicos a coronar el „Año Santo de la Misericordia“, convocado por nuestro venerable Papa Francisco el 08. de Diciembre del 2015, con ocasión del cincuentenario de la clausura del Concilio Vaticano II.

Hace casi un siglo y para estas mismas fechas concluía también en la ciudad eterna de Roma un „Año Santo Jubilar“, celebrado solemnemente y coronado en comunión eclesial universal.





Aquella otrora convocatoria de 1925 –hace algo más de 90 años- la había hecho el Papa Pio XI, de feliz memoria, para conmemorar con júbilo el decimosexto centenario del Concilio de Nicea, que había reunido, hace ya 1691 años a los obispos de la Iglesia en el 325.

En el Concilio de Nicea se tomó, entre otras decisiones la de incluir en la oración del Credo la frase „Y SU REINO NO TENDRÁ FIN“ referida a nuestro Señor Jesucristo, cabeza del cuerpo de la Iglesia.

Justamente, aquel 11. de Diciembre de1925 rubricaba y promulgaba el Papa Pio XI la Encyclica „Quas Primas“ para instituir la solemnidad de „Domini Nostri Iesu Christi Universorum Regis“ „Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo“.

La solemnidad de „Cristo, Rey del Universo“, tiene como marco un profundo fundamento bíblico-teológico, no solamente veterotestamentario, sino también neotestamentario.

No obstante podemos decir que, sin lugar a dudas, los aspectos histórico y cultural forman parte, y no en poca medida del contexto en el que se define esta conmemoración cristiana.

Eran los años de la difícil desolación causada por la muy sangrienta y recién terminada „Primera guerra mundial“.

Las monarquías, especialmente las europeas, que en casi su totalidad tuvieron arte y parte en la guerra, habían entrado en decadencia y habían perdido poder terrenal y dignidad humana.

Había crecido enormemente el desempleo y con ello se hacía sentir como consecuencia el hambre y las epidemias sanitarias.

En medio de esa situación caótica es que la Iglesia instituye la festividad de „Jesucristo, Rey del Universo“, no sólo para honrar y glorificar a Cristo sino también para hacer distinguir, enfáticamente el „Reino del Amor y de la Paz“ del reino de la discordia, la división y la guerra, como consecuencia de la ambición por el poder efímero y mundano.

Es menester dejar claro que, no se trató, en ningún caso de que la iglesia de Cristo quisiera sacar partida de la destrucción espiritual, moral y física causada por la guerra y sus protagonistas.

Ese pudo haber sido el argumento discursivo de quienes pretendían seguir dominando los pueblos, sin remordimientos y mantenerse en el poder a costa de todo.

Aquella situación coyuntural había sido el resultado de la ambición sin límites de los reinados y de sus reyes, de las dictaduras y de sus dictadores.

Era necesario, por tanto resaltar el Reinado eterno de Jesucristo como testimonio y ejemplo para los opresores de la época.

Ciertamente eran los tiempos oscuros de otrora; de profundo acento histórico europeo, pero también con vestigios de dominación y opresión en los pueblos de nuestra América surena, septentrional y caribea, que, sin lugar a dudas persisten aún, y no en pocos países de nuestro continente.

La dolorosa experiencia y sus esquirlas psicológicas – aun vigentes en hijos, nietos y bisnietos- no logró que aquellos opresores asumieran el inmenso costo humano e histórico que ello constituía.

El ansia de poder seguía vigente sin importar el luto y la pobreza, y menos aún el rechazo de los ciudadanos por sus opresores.

Con „Quas Primas“ reafirmó y puso de manifiesto Pio XI la supremacía del „Reinado Eterno de Jesucristo“ en contraposición con la decrepitud de los reinos y reinados caducos y obsoletos de la época.

Una vez entronizada, se celebró ésta festividad a finales del mes de Octubre pero, después de la reforma del Concilio Vaticano II se fijo la fecha para ésta conmemoración entre el 20 y el 27 de Noviembre y es por eso que celebramos hoy la solemnidad de „Jesucristo, Rey del Universo“.

En el primer capítulo del Evangelio de San Marcos predicó Jesús en Galilea proclamando que, „El REINO DE DIOS ESTÁ CERCA“

Y al final del Evangelio de San Lucas respondió Jesús claramente a la petición de aquel malhechor arrepentido, que también fue crucificado con Él: „HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO“.

Si leemos con detenimiento el nuevo Testamento comprenderemos que las palabras de Jesús no son un pronóstico sino que interiorizan el presente de la fe de los cristianos.

Nuestra fe expresa que, en Cristo, Dios se hizo hombre por amor a la humanidad y ello argumenta que Cristo es verdadero hombre; que nació, vivió y murió como todos nosotros, los humanos, menos en el pecado.

Si es así, cómo podemos entonces entender el Reino de Cristo desde nuestras formas humanas de ver los reinados?

Cuando pensamos en la figura de un poderoso o de un rey se nos vienen al pensamiento las prerrogativas de poder, extravagancia, trono, corona, guardianes y cualquier lista de simbologías que caracterizan la supremacía terrenal, con capacidad, incluso para destruir al adversario.

El poder de Cristo engloba otra fuerza, No es un poder de opresión sino de redención. Es un poder de paz humanizadora y de promesa salvífica..

No es un reinado de división como el ejercido por quienes dominan los pueblos y rompen la unidad de sus familias, dispersándolas como si se tratara de los trozos y partículas de una pieza de porcelana arrojada contra el suelo. No.

El Reinado de Cristo no es un reinado de poderío para golpear, destruir y cobrar victimas. Por el contrario, es un Reinado de reconciliación, de perdón y de unidad, y por consiguiente de mucha paciencia y amor humano.

Pudiéramos preguntarnos entonces a la luz de la razón: Puede ser el Reinado de Cristo un Reinado de éste mundo?

No; Su Reinado no es de éste mundo. Esa es la respuesta histórica y contundente de nuestro Señor Jesucristo ante Pilatos ante y los poderosos de éste mundo.

Al comienzo de su pontificado en el año 2005 y en referencia a éste tema predicaba el Papa emérito, Benedicto XVI,: „No es la violencia la que salva, sino el Amor; no fueron los crucificadores sino el Crucificado quien nos salvó“ y continuaba el Papa: „El mundo fue redimido, no por la impaciencia de los hombres, que lo convierten en desierto, sino por la paciencia y el Amor de Dios que entregó a su Hijo único“.

Las lecturas bíblicas de la conmemoración de hoy, „Cristo Rey,“ nos presentan un Cristo humillado, flagelado y cargado de improperios por parte de quienes esperaban un rey avasallador.

El evangelio de hoy nos presenta al Jesús, „Rey Universal“, pero sin poder terrenal alguno delante del procurador Poncio Pilatos.

El poder político, religioso y militar lo tenían los Romanos y los judíos.

No obstante, los políticos, los jueces y los militares de la época tuvieron que escuchar de los labios de Jesús las humildes pero contundentes palabras: „Sí, yo soy Rey“.

Ante las ínfulas de poderío de Pilatos para libertar o condenar se hace escuchar la voz serena pero firme de Jesús, que dice: „Mi Reino no es de éste mundo“. Esto en referencia a que en éste mundo, sus poderosos y sus reyes son perecederos. El Reinado de Cristo es eterno.

Por otra parte, cuando Cristo afirma que „El Reino de Dios está cerca“ no se refiere a una cercanía cronológica ni geográfica, sino cristiano-escatológica.

Antes de su nacimiento y nacido en el pesebre de Belén Cristo es Rey.
Jesús es Rey al final de su vida, al ser públicamente condenado y coronado de espinas. Jesús es Rey, aún después de expirar su aliento, -sobre cuya cabeza pende un letrero en tono burlesco, escrito en Arameo, Hebreo y Griego. Jesús sigue siendo Rey una vez resucitado de entre los muertos y glorioso a la diestra del Padre. Jesucristo es el Rey eterno.

Pero los poderosos no entendieron, no entienden ni entenderán el Reinado de Jesús porque el Reinado de Jesús „No es de éste mundo“. De allí los improperios “Salvate a ti mismo si eres el Mesías“.

Fue, justamente el título de Rey, el que le valió de argumento a los jueces y los justificó jurídicamente para crucificar a Jesús.

Y por si fuera poco, después de más de dos mil años no todos, tampoco todos los cristianos tienen claro de qué se trata el Reinado del Señor.

Los Reyes y dictadores de éste mundo, los de antes los de ahora exigen sumisión a los suyos y para eso crean leyes –contrarias a los valores humanos – pero a sus propias conveniencias egoístas. Esas leyes tienen que ser asumidas también por sus detractores y todo ello a costa de penas de cualquier índole. Eso lo leemos en los santos evangelios: „Vosotros sabéis que los poderosos ejercen su poder sobre los pueblos y los esclavizan“ Mc.10,42.

Ahora bien, cómo podemos entender a „Jesucristo, como verdadero y terno Rey del Universo“?

La respuesta la encontramos en nuestra propia libertad de hijos de Dios. Hemos aprendido por sus enseñanzas que “Los esclavos no saben lo que hacen sus amos y que solamente cumplen sus órdenes”.

Y hemos escuchado también sus voz que nos invita a conocerle y que luego de conocerle nos llama “Sus amigos”. Y Él, que es el verdadero amigo entregó su vida en la cruz por nosotros, para hacernos libres.

Hoy damos honor y gloria a “Jesucristo, Rey del Univeso” y nos unimos en torno a Él, sabiendo que también somos sus amigos. Amén