Rosman González comparte un calabozo de cuatro metros cuadrados por tres con otros 15 reos en Polisalias. Al lado hay otra celda con 15 presos más que duermen pegados uno al lado del otro para que puedan caber en ese pequeño espacio que solo puede albergar 9 internos y en total conviven 31.
González lleva 10 meses detenido por robo en la sede policial, ubicada en San Antonio de los Altos, Miranda. Durante su estadía le diagnosticaron cáncer de mama. Debe someterse a quimioterapias, pero las visitas a los centros asistenciales públicos son esporádicas porque tiene que esperar la orden de un tribunal para poder ser trasladado.
Sus familiares le llevan los medicamentos cuando reúnen dinero para comprarlos. “No sé si el tumor mamario hizo metástasis, pero con frecuencia sufro deshidrataciones y deben trasladarme al hospital, he perdido peso y estoy inapetente. Me imagino que la enfermedad continúa avanzando”, relata.
Las condiciones de hacinamiento en las cuales convive González también produjeron un brote de escabiosis. Él, junto a los 30 presos restantes detenidos por varios delitos, pide a gritos traslados a centros penitenciarios para sobrevivir en espacios donde les garanticen alimentación y salud.
Según la directora de Polisalias, Carmen Mavares, durante 2015 y lo que va de 2016, han sido aprobados sólo dos cupos a los penales.
“Para vaciar las celdas me exigen los cómputos de las penas y yo no soy la abogada de los internos que debe hacer los trámites para obtener ese documento. Estoy de manos atadas”, advierte la jefa del organismo policial, quien durante el año pasado contabilizó cinco motine. Este año van tres situaciones irregulares registradas en las áreas de guardia y custodia entre alzamientos e intentos de fuga, producto del hacinamiento.
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