Gonzalo Himiob Santomé: El día de los “de a pie”

Gonzalo Himiob Santomé: El día de los “de a pie”

Quizás no es de esas personas que llaman mucho la atención, ni muy alta ni muy baja, de contextura regular, normal. Es de esas personas que si se arreglan se ven muy bien, y si no lo hacen no desagradan, pero pasan desapercibidas. Vive en cualquier lugar de Venezuela, no en una mansión precisamente, pero su casa es acogedora, limpia, y en ella se respira paz. Es hijo o hija de personas decentes y sanas, que con mucho esfuerzo, en otros tiempos, lograron para sus vástagos más y mejores oportunidades, y mejores posibilidades, que las que ellas tuvieron. No ha conocido lujos exuberantes ni excesos, a veces ha tenido más, a veces menos, y alguna vez hasta padeció duras privaciones que, sin embargo, le ayudaron a comprender el valor del estudio, del trabajo, del propio esfuerzo y le sirvieron para llegar a ser una persona de bien.

No es una persona conocida, ni muchos menos famosa. Quitando aquella vez, en su infancia, en la que ganó el municipal de ajedrez, o cuando fue parte del equipo de su liceo o de su universidad que se llevó el podio en algún deporte, aquella vez en la que salió su foto borrosa en algún periódico local bajo un titular que solo leyeron unos pocos, jamás ha sido objeto de atención de los medios de comunicación. Se preocupa, por supuesto, por el destino de los suyos y por el de su país, y alguna inquietud política o humanista, la que sea, guarda su pecho, pero no es un activista ni un militante destacado, ni mucho menos un “personaje público”. Aunque como todos los venezolanos ama la música y hasta tiene algo de histriónico, tampoco actúa, canta o es de la farándula. Pasa sus días trabajando en su pequeño pero propio negocio o bregando, en un modesto empleo, de 8 a 5 en la empresa de otras personas. También podrías encontrarlo laborando en cualquiera de nuestras oficinas públicas. En términos generales es feliz, dentro de lo que cabe. Se preocupa por su nación y por el destino de la misma, y a veces quisiera que las cosas no fueran como son, pero al menos en su espacio y en su tiempo personal caben las alegrías, y las tristezas, que vive y sufre toda persona normal.

Si llega a cualquier lugar público, a un restaurante o a un cine, nadie va a voltear la mirada diciéndole a sus contertulios “¡Mira quién está allí!” Ningún extraño se le va a acercar para pedirle un autógrafo o para demostrarle de cualquier otra forma admiración o reconocimiento. Es una persona, un ciudadano, “de a pie”, como decimos acá para referirnos, sin menosprecio alguno, a las personas que no tienen la notoriedad que tienen los acaudalados, los políticos, los artistas y de todos los demás “famosos”.

Las personas “de a pie”, normalmente, no se sienten con la capacidad, al menos a título individual, de lograr grandes cambios ni de mover las piezas de la historia. De hecho, como muchas veces los otros, los que sirven de guía o actúan como referentes “famosos” en toda sociedad, llevan la carreta en sentido contrario al que los ciudadanos “de a pie” la llevarían, estas personas se han sentido muchas veces sin voz y como burladas y engañadas, lo que las ha llevado en más de una oportunidad a preguntarse qué es lo que ellas, más allá de lo que cualquier persona normal haría, pueden hacer para aportar más, para dejar su impronta, para llevar sus esfuerzos y sus empeños, dentro de lo que son sus capacidades y sus talentos, un poco más allá.

Yo no me considero “famoso” ni mucho menos, pero podría decir, con respeto y reservas, que soy de alguna manera “conocido”, al menos Venezuela y en lo que se refiere a las áreas en las que me desempeño. Por eso, a veces, gente que no conozco se me acerca preguntándome qué más puede hacer por el país o cómo puede ayudar a los que lo más necesitan en estos tiempos difíciles. No hablo de abogados, de políticos o de personajes que, por las razones que sea, podríamos llamar “influyentes” desde la perspectiva de la opinión pública; hablo de amas de casa, de taxistas, de empleados, de estudiantes, hablo de gente común, sana y normal que no quiere quedarse sentada con los brazos cruzados esperando que otros vengan a resolver sus problemas y solo quiere saber cómo puede poner su grano de arena para construir así, de pequeño paso en pequeño paso, una mejor nación.

Siempre les respondo que para lograr un mejor futuro, una mejor nación, solo tenemos que hacer, al menos unos minutos de cada día y sin esperar nada a cambio, algo por quienes lo necesiten. No importa cuál sea tu talento, todos tenemos uno, si eres repostera o costurera, si juegas fútbol o tocas el cuatro, si bailas bien o si eres bueno narrando historias. Lo importante es que cada día, aunque sea unos instantes, pongas ese talento tuyo, ese que te enorgullece y que te destaca, al servicio de los demás. No tienes por qué ser “famoso”, ni una luminaria del espectáculo, ni un erudito o un maestro reconocido, lo que tienes es que aceptar que en este mundo no estamos solos, que el mal de uno es a la vez el mal de todos, y que todo lo que se haga, cualquier cosa que sea, que alivie así sea por un momento, las penas o las cargas de los demás, es bueno. Ningún día en el que hayamos apoyado a alguien que nos necesita es un día perdido.

Hoy sin embargo es un día especial. Hoy puedes hacer algo más, hoy nos toca pensar en clave común, en nuestra nación como un todo, como un navío que a todos, sin distinciones, nos corresponde llevar a buen puerto. Llegó tu momento. No importa cuáles sean tus ideas políticas, no importa cuáles sean tus simpatías, hoy lo que importa es que por una vez tú, persona común y normal, tienes en tus manos, literalmente en los dedos de tus manos, la posibilidad de marcarle el paso a los “personajes públicos”, a los “líderes”, a los “dirigentes”, sean quienes sean. Hoy llegó tu momento de poner la música y de decidir cuál es el son que se baila y que se bailará de ahora en adelante. Hoy tienes la oportunidad de demostrar que el poder, el verdadero poder, lo tienes tú. Hoy serán tus decisiones, el pulso de tu dedo índice y el orgullo de tu meñique manchado, los que manden. Hoy el protagonista eres tú.

Hoy puedes demostrarte a ti mismo y hacer notar al mundo entero que, independientemente de cuál sea tu opción política, crees en la democracia y en el voto, por encima de cualquier otra forma no permitida en nuestra Carta Magna, como mecanismos válidos para la determinación de nuestro destino común. Hoy es el día en el que nos toca, a todos, ratificarnos como amantes indiscutibles de la paz, del consenso, del diálogo, y como seres humanos pensantes que estamos conscientes de que la voluntad de la mayoría, esa fuerza poderosa e invencible, se respeta.

No dejes pasar esta jornada sin dejar tu huella. Por nosotros, por nuestros hijos, abracemos la paz, celebremos la democracia, decidamos y aceptemos con serenidad la decisión que el pueblo tome. Hoy mandas tú, hoy el timón está en tus manos, hoy es tu día. Hoy es el día de los “de a pie”.

@HimiobSantome

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