Es temprano, las campanas de la Basílica de San Esteban anuncian las ocho, pero la avenida de Andrássy ya está viva y activa desde hace un rato. Mansiones, palacios renacentistas y algunos de los rincones más emblemáticos de la ciudad se alinean en torno a este gran bulevar que conecta la plaza Erzsébet y la plaza de los Héroes, y que fue declarado en 2002 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Este epicentro de tiendas de lujo, cafeterías y restaurantes, también es la arteria bike-friendly más importante de Budapest, lo que convierte este método de transporte en la mejor alternativa para moverse y visitar esta zona de Pest. Traveler.es
La Ópera, con su estilo neorenacentista, el Museo del Terror, con su gran carga histórica, y la plaza de los Héroes son un recorrido ciclita lo suficientemente intenso como para justificar un almuerzo en uno de los lugares más visitados de la ciudad: Gundel. Desde que en 1910 Karly Gundel fundara su restaurante, ha sido un referente de la gastronomía magiar en Budapest.
Su fama no solo se debe al savoir faire de sus fogones, combinación de cocina tradicional húngara y lo mejor de la cocina contemporánea internacional, también su voluntad de permanecer intacto y mantener su espíritu después de dos guerras mundiales y varias crisis económicas.
Su antigüedad, su elegancia, su servicio impecable, sus magníficas instalaciones y su situación privilegiada hacen de este titán culinario una institución. El equipo que conforma Gundel, formado en los restaurantes y hoteles más lujosos del mundo, está liderado por el chef Gábor Merczi y el sumiller Mihály Fabók. Ambos trabajan codo con codo para ofrecer a sus clientes un maridaje redondo con platos de sabor único y una gran selección de vinos propios. Destacan los platos de carnes, la caza, las aves, los foie gras caseros, la lucioperca de los lagos del sur de Hungría, las sopas, los goulashs y los postres más espectaculares. ¡Un país en tu boca!
El contraste entre lo moderno y lo clásico es uno de los mayores atractivos de Budapest y una seña de identidad de la ciudad; en una misma calle podemos encontrar edificios de corte más clásico y renacentista y los ‘garitos’ más cool o vanguardistas.
Sentada en la rooftop del hotel Aria, ejemplo de armonía de elementos, el contraste no puede ser más evidente. Este moderno y recién inaugurado hotel, situado a la vuelta de la basílica neoclásica de San Esteban, tiene unas vistas espectaculares de la ciudad y un estilo muy particular donde la música es la protagonista. Sus 49 habitaciones, todas diferentes,reflejan diseños variopintos inspirados en el jazz, el rock, la ópera o partituras contemporáneas. Además de un piano bar, un magnífico spa y una oferta culinaria que promete en la escena gastronómica de Pest.
Las ferias de comida callejera son una anécdota divertida que podemos encontrar en ciertas plazas de Pest. Tuve la suerte de toparme con una muy animada enla plaza deVörösmarty en la que había multitud de puestos de salchichas, chorizos, panes rellenos degoulash, lángos (una especie de pizza de patata con diferentes ingredientes) y unos canutillos de crema con canela exquisitos llamados kürt skálacs, compuestos por una masa con forma de espiral sobre la que se pone azúcar caramelizado formando una corteza dulce y crujiente, mientras la masa interior queda suave y blanda.
En la misma plaza Vörösmarty se alza, elegante y segura de sí misma, una de las pastelerías más importantes de Hungría: Gerbeaud. Fundada en 1858 por Henrik Kugles, la fama de sus pasteles y tartas han corrido de boca en boca por toda Europa. En su lujoso y decimonónico establecimiento se sirve la mejor tarta Dobos de Hungría, una de las favoritas de Sissi Emperatriz, y desde hace unas horas, también una de mis predilectas.
A la vuelta de la esquina de la clásica Gerbeaud, el restaurante Onyx brilla con estrella propia desde 2011 gracias a la que dicen es una apuesta culinaria única de su chef Tamás Széll y de su colega y chef ejecutiva Szabina Szulló. Lámparas de araña, candelabros, sillones de terciopelo, techos plateados, orquídeas y ónix en la sala se unen a unos fogones en los que, aseguran, se combina la mejor materia prima fresca nacional en una revisión moderna y arriesgada de los platos tradicionales de la cocina húngara. Con una lista de espera de más de dos semanas, me tuve que conformar con tomar un té y probar uno de los deliciosos postres de su carta.
Shopping y paseo por la calle Váci, después un tranvía para cruzar por el puente de la Libertad hacia el monte Gellért y la ciudadela, y desde allí admirar las vistas desde el punto más alto de la ciudad. De ba- jada, imprescindible parar en el balneario de Gellért. Mosaicos de azulejos, fuentes con forma de cabeza de león, columnas y bellísimas piscinas hacen de este antiguo hospital, hoy estos baños termales, uno de los más populares y bonitos de la capital húngara. Sus aguas, provenientes de los manantiales subterráneos del monte Gellért, son ricas en sulfatos, calcio y magnesio, lo que les confiere propiedades medicinales. Pasar la tarde a remojo entre sus diferentes salas es un plan típico, sugerente y saludable.
Es viernes y las calles, locales y terrazas del centro se llenan de gente, luces y bullicio. En la plaza de Liszt Ferenc, una de las más concurridas y animadas de Pest, encontramos Menza. Siempre abarrotado y lleno de gente guapa, es uno de los restaurantes de moda de esta parte del Danubio. Buena cocina, buena música, los camareros más simpáticos y el mejor ambiente, hacen que sea un punto de partida perfecto para empezar la noche. A 15 minutos de Menza, el Budapest Jazz Club es una gran opción para tomar una copa y escuchar buen jazz.
Son las once de la mañana y en el Mercado Central no cabe ni un alma. Situado frente a laplaza Fövám y pegado al puente de la Libertad, este espectacular edificio de cristal y hierro forjado es uno de los lugares favoritos de locales y visitantes para dar un paseo y comprar producto magiar fresco y típico. Galerías repletas de puestos de pápikras, embutidos de diferentes colores y tamaños, ristras de ajos, verduras, frutas, carnes, foies, comidas preparadas y souvenirs de todo tipo son motivo suficiente para visitar este bello mercado, perderse entre sus pintorescos tenderetes y gastar, por qué no, algunos florines en productos tradicionales.
EN LAS ENTRAÑAS DEL BARRIO JUDÍO
El barrio judío se ha convertido, en los últimos años, en el lugar de referencia de la escena artística y la movida más alternativa de Budapest. Galerías de arte, ruin bars y algunos de los pubs y restaurantes de moda se concentran en estas calles que hace años fueron escenario de uno de los episodios más trágicos de la historia de Pest. Gozsdu Udvar es uno de los fenómenos que mejor refleja la transformación que está sacudiendo al barrio. Antigua zona residencial, esta galería de siete edificios que conecta las calles Kiraly con Dob, en muy poco tiempo ha pasado de tener un par de bares a posicionarse como uno de los epicentros de copas y restauración de esta parte de la ciudad con más de 20 locales entre tiendas, coctelerías, garitos, bares y restaurantes.
Oculto del tumulto de Gozsdu, Sáo ha conquistado, con menos de un año de vida, el paladar de los amantes de la street food asiática de Budapest. Este pequeño restaurante de decoración deliciosa y mejor ambiente sirve auténtica comida casera vietnamita y china. Sopas, fideos, dumplings, ensaladas o mochis se despachan sin descanso desde la barra de la cocina abierta, supervisada por sus tres dueños y fundadores. Tres amigos que un día decidieron dar rienda suelta a sus sueños y hacer de su hobby, la cocina, su proyecto profesional.
Para ir de copas en un circuito más under, los ruin bars despiertan pasiones en Budapest.Szimpla Kert, en el centro, es el más famoso de la ciudad. Rincones y ambientes diferentes,un gran jardín y la decoración más ecléctica imaginable son algunas de las claves del éxito de este bar considerado uno de los mejores y más divertidos del mundo.
Un paseo por la orilla del gran río hasta el puente de las Cadenas y el camino hasta el Bastión de los Pescadores bien merece un café y una rica tarta en Ruszwurm. Si tenemos suerte, nos sentaremos en una de las mesitas de la terraza, la opción más agradable para un día soleado. Unos japoneses se matan a selfies a mi lado y, más allá, en una mesa, una pareja rubia se mira embobada.
A pocos metros del Bastión de los Pescadores y de Ruszwurm, excavado bajo el castillo de la colina de Buda y camuflado en largas cuevas, se encuentra el Hospital de la Roca, un enorme búnker que fue refugio clave durante la Segunda Guerra Mundial, la revolución del 56 y la Guerra Fría, y actualmente es uno de los lugares históricos húngaros mejor conservados. Desde que reabriera al público en 2008 y para ayudar a escenificar la realidad que se vivió en las épocas más dramáticas de este hospital clandestino, más de cien figuras de cera que recrean la figura de los médicos, enfermeras y soldados heridos que fueron testigo de las situaciones más duras de aquellas contiendas. Una de las curiosidades de este lugar es que a la salida de la visita guiada podemos comprar auténticas máscaras de gas, botiquines e incluso jeringuillas de la época. ¡Vaya souvenirs!
Entrar en el Café New York es iniciar un viaje al pasado marcado por el glamour y el lujo clásico de la Belle Époque europea, cuando este majestuoso café vivió sus años de esplendor. Considerado uno de los más bellos del mundo, es también buque insignia de Budapest y un imprescindible para aquellos que amamos un buen desayuno o merienda en un ambiente cargado de historia y elegancia. Sus tartas, cafés y chocolates son, sencillamente, maravillosos.
Grandilocuente Café New York
Aunque soy algo reticente a los planes turísticos típicos, no pude evitar la tentación de realizar un crucero al atardecer por el Danubio, y no me arrepiento. Mi recomendación es coger el barco que empieza su navegación al atardecer y termina de noche, cuando todos los puentes, edificios y monumentos se iluminan. Las vistas impresionantes del Parlamento iluminado desde el río hacen que el viaje fluvial merezca la pena. En el barco, a mi lado, un caballero de mediana edad impecablemente vestido me dijo, en un español rudimentario pero lleno de buena voluntad: “¿No es el momento más bonito del mundo? ¿No le dan ganas de pedir un deseo? Si cierra los ojos, esté donde esté, siempre recordará un atardecer en Budapest, se lo aseguro”. Sonreí pero no le pregunté quién era. Preferí imaginar que era un poeta, un artista, un profesor o un soñador solitario. Han pasado semanas y cuando cierro los ojos veo Budapest iluminada en rosas, naranjas, ocres y azules maravillosos.
Un crucero por el Danubio es imprescindible
RECORRIDOS LAST CALL
La riqueza de la viticultura húngara fue una de las grandes sorpresas de mi viaje. Aunque conocía, desde hace tiempo, el famoso vino dulce Tokay, ignoraba, por completo, que existieran tantas y tan diferen- tes variedades de caldos magiares, hasta que visité Doblo Wine Bar, uno de los locales especializados más famosos de Budapest. En Doblo se pueden degustar gran variedad de vinos, cervezas artesanales o escuchar un concierto en directo, además de catas y cenas ligeras a base de quesos, embutidos y patés. Estos gastrotours suelen durar 80 minutos en lo que pretende ser un recorrido por las bodegas más relevantes de Hungría, con seis vinos de algunas de sus 22 regiones vinícolas.
Una de la sensaciones más placenteras de descubrir una nueva ciudad es dejarse llevar y pasear sin más. Soy una curiosa insaciable, pero el último día, pase lo que pase, lo dejo para ca- minar sin más. Sin mapas y sin prisa.
Desayunar en el Café Lotz, la cafetería situada en el piso superior de la librería Alexandra, caminar y visitar algunas tiendas de Andrássy, recorrer las galerías de arte entre los edificios en ruinas de la calle Kazinczy y comer una hamburguesa con una Dreher helada en Spiler es una opción más que estupenda para disfrutar la primera parte de un último día en Budapest.
Café Lotz
Pasear por Váci hasta la llamada Fashion Street y hacer algunas compras de última hora. En el número 17 de la calle Deak Ferenc encontramos Nanushka, la tienda de la joven diseñadora Sandra Sandor. Sandra comenzó a diseñar con su propia firma en el año 2005 y desde entonces se ha caracterizado por un estilo propio alejado de tendencias y modas. La húngara se distingue por las prendas de corte sencillo, cómodo y funcional, pero de fuerte carácter vanguardista.
Comme Chez Soi fue un capricho para la última noche en Budapest. Este romántico y diminuto restaurante está considerado, popularmente, uno de los mejores. Riquísimos platos italianos y húngaros, porciones generosas, un servicio que te conquista a la primera, magia en el aire y en los platos son algunas de las claves de su éxito.
La noche es mi momento preferido para callejear. Las avenidas, los puentes y los monumentos iluminados hacen que todo se vuelva más bello, envolviendo la ciudad en su gran aura de romanticismo. La nostalgia de tiempos pasados y la carga histórica conviven con una actualidad emergente. Así es la nueva Budapest, dos ciudades que son una, un río que todo lo articula, placeres envolventes, fuerza creativa. Seguramente sea por esas razones uno de los destinos más sugerentes de Europa.
* Este reportaje está publicado en el número 88 de la revista de Condé Nast Traveler de octubre y está disponible en su versión digital para disfrutarlo en tu dispositivo preferido.
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Plaza de los Héroes