El primer aeropuerto verde del mundo se levanta sobre vestigios de la II Guerra Mundial, enclavados en el paradisiaco archipiélago ecuatoriano de las Galápagos, en el océano Pacífico. Aerolatinnews.com
Baltra, una de las 13 islas que inspiró la teoría darwinista de la evolución, dejó de ser hace años un depósito armamentista, en cuyos alrededores se encontraban bombas inutilizables y en la actualidad acoge una terminal aérea 100 por ciento ecológica.
La isla, nombrada Baltra, tiene una superficie de 27 kilómetros cuadrados y una altitud máxima de 100 metros; fue creada por un levantamiento tectónico.
Constituye una verdadera hazaña de la ingeniería ecuatoriana, que transformó la otrora base estadounidense de la II Guerra Mundial en el primer aeropuerto totalmente ecológico del mundo, y una de las reservas naturales más frágiles del planeta: las Islas Galápagos.
Hace 70 años el afán bélico hizo huir a las iguanas terrestres de Baltra, donde los estadounidenses construyeron una pista militar para vigilar la zona central del Pacífico Central y las aguas próximas al Canal de Panamá, a fin de reaccionar ante el eventual avance japonés.
Aún terminada la II Guerra Mundial en 1945, los reptiles no volvieron a pisar la isla por mucho tiempo.
Los récords de la historia ecuatoriana cuentan cómo muchos años después los biólogos tuvieron que introducir la especie en Baltra, donde además de aviones de guerra llegaron perros y gatos que amenazaron su supervivencia.
Ahora las iguanas están de vuelta, y cuando merodean por la pista ante la inminente llegada de un avión con turistas, funcionarios debidamente entrenados las toman por la cola y las llevan a un lugar seguro.
Las imágenes de esos animales inundan las redes sociales y la publicidad de las Galápagos y revelan una espectacular metamorfosis: Baltra dejó de ser un depósito de material de guerra y acogió el único aeródromo verde del planeta, a mil kilómetros de la costa ecuatoriana.
El aeropuerto Seymour de Baltra fue hasta 2011 una estructura de madera con una torre de control que le daba el aspecto de un gigante de metal perdido en la nada.
En 15 meses los obreros encargados de levantar la obra desarmaron el lugar como si fuera un rompecabezas y reutilizaron la madera para edificar la estructura aérea bajo la premisa de ser absolutamente sustentable.
Con una inversión de 40 millones de dólares y una relación armoniosa con el ambiente, el aeródromo emerge sobre una reserva donde habitan especies con rasgos prehistóricos como tortugas gigantes e iguanas de varios colores.
Esa terminal aérea de Galápagos obtuvo en 2014, meses después de su plena entrada en funcionamiento, el Leed Gold del Consejo de la Construcción Sustentable de Estados Unidos, la más alta certificación al respecto