Alexis Alzuru: La trampa electoral

Alexis Alzuru: La trampa electoral

thumbnailalexisalzuruPensar que el Presidente y sus aliados serán derrotados únicamente con votos es ingenuidad o cinismo. Pareciera que la oposición transita las equivocaciones de ayer. Pues comienza a dar pasos para entrar al terreno electoral sin antes definir el marco que le otorgaría impacto político a su actuación parlamentaria. Las elecciones tendrán consecuencias prácticas si se conciben como una pieza dentro una estrategia más amplia. La situación de Venezuela exige soluciones políticas, no convocatorias electorales descontextualizadas. Sería intolerable que se repitieran los desaciertos cometidos. Se consolidaría la desesperanza de la población y se reforzaría el autoritarismo de Maduro. Los venezolanos no merecen que su futuro se convierta en una desgracia peor a la pesadilla que ya viven por el activismo irreflexivo de unos pocos.

Antes de llamar a las urnas se requiere posicionar un proyecto que asocie a la militancia socialista con la opositora. Una posibilidad que es desestimada por la mayoría de los jefes de la MUD. El reducido número que se aproxima a esa idea la interpreta de manera errónea. Piensan que la misión es convertir a los socialistas en opositores, cuando de lo que se trata es de pactar con ellos. Pero lo relevante es darse cuenta que el enfoque de la MUD desemboca en la tesis que desde años atrás ha sido muy costosa para la nación: Que la crisis en la que se hunde esta sociedad se resolverá con exclusividad por vía electoral.

La oposición cree que las parlamentarias significan la salida del gobierno. Los argumentos más sólidos para apoyar esa opinión son el carácter irreversible de las elecciones y, sin duda, el descalabro del gobierno. Sin embargo, cuando esa interpretación se examina a la luz de hechos conocidos por los ciudadanos se comprueban sus limitaciones. Basta recodar el escasísimo interés que los postulados de la MUD despiertan entre los indecisos y sectores populares, así como el control que la cúpula oficialista tiene sobre el CNE.





Son muchos los datos que sugieren que el razonamiento de algunos opositores tiene una consistencia débil. Por ejemplo, la monumental ventaja que el PSUV posee en materia económica, logística y de opinión pública pone en entredicho la hipótesis según la cual en las elecciones el gobierno recibirá un tiro de gracia. En especial, la convocatoria de la MUD esconde que Nicolás Maduro utiliza las instituciones del Estado para convalidar el sistema de micro fraudes que sus aliados realizan antes, durante y después de los comicios.

El reemplazo de regímenes irracionales se logra a través de negociaciones o de la guerra; pero lo electoral como fórmula única es una opción cancelada. Por cierto, la palabra política prescribe la realización de acuerdos con amigos y adversarios cuando la mayoría, sin distingo de ideologías, reconoce que sus  gobernantes son una amenaza para la convivencia. Demás está decir que ese escenario se produce cuando quienes detentan el poder lo ejercen de manera intolerante y mafiosa.

La sustitución de Nicolás Maduro por vía del voto sólo se producirá cuando lo electoral se inscriba en un proyecto de alianza con el Polo Patriótico. Lo cual implicaría que antes de llamar a votar, la oposición se concentrara en crear el clima necesario para mercadear un pacto con los socialistas. Esa tarea supone modificar por completo el mapa estratégico que sigue la oposición. De hecho, la MUD quedaría entre la espada y la pared. Sus directivos se obligarían a elegir entre transformar esa organización para negociar con el Polo Patriótico o continuar con sus encerronas; dos objetivos que se excluyen.

Revitalizar a la MUD para acordarse con los socialistas es volcar su estructura, actividades y mensajes hacia el consenso con propios y adversarios. Incluso, el perfil de sus nuevos voceros y candidatos a la Asamblea Nacional tendrían que ajustarse a las exigencias que impondrían la despolarización y la búsqueda de acuerdos políticos. Sobre todo, sus directivos deberían aceptar que el piso de la negociación planteada es la reinscripción del modelo socialista en un marco de principios democráticos; no su reemplazo por algún programa neoliberal.