José Vicente Carrasquero: Febrerazo

José Vicente Carrasquero: Febrerazo

thumbnailjosevicentecarrasqueroSe conmemoran 25 años del Caracazo. Una fecha nefasta sin duda alguna. Sus causas son importantes. Pero lo que más se recuerda, critica y condena son los excesos que se cometieron a la hora de reprimir la manifestación. COFAVIC en su comunicado con motivo de un nuevo aniversario de esa infausta fecha llama la atención sobre varios aspectos ante los cuales el Estado Venezolano no ha tomado acciones correctivas. (Puede ver el comunicado aquí.)

Siguiendo a COFAVIC y sus llamados de atención,  destaca poderosamente que el gobierno nacional haya empleado una fuerza desproporcionada para reprimir marchas estudiantiles pacíficas. Hemos tenido que saber de muertes, heridos, torturados, personas abusadas sexualmente. Además de ataques a la propiedad privada, personal del orden público profiriendo amenazas, golpeando salvajemente a ciudadanos desarmados.

No tengo aprensión en calificar el FEBRERAZO de 2014 como un conjunto de eventos en los cuales la manifestación pacífica, amparada por la Constitución de 1999, al igual que la anterior, ha sido contestada con mecanismos y procedimientos que caracterizan al terrorismo de estado. Hemos visto niveles de violencia entre quienes están llamados a proteger a la población que no se corresponden con el respeto a los derechos humanos.





Lo más grave de lo que está pasando, es que están dirigiendo estas acciones quienes antes se llenaron la boca criticando todo lo que paso el 27F. A la luz de lo que hemos visto durante las últimas semanas, el GORILATO ya no tiene reserva moral alguna para decir que no ha reprimido salvajemente al pueblo y que no ha asesinado estudiantes. Por supuesto que ya no las tenía si recordamos los acontecimientos del 11A2002.

Hay algunas cosas que se tienen que decir. Primero: este gobierno, tomado como un continuo según sentencia del TSJ, comprometió recursos de la República en montar un aparato represivo sin precedentes en la historia venezolana. Segundo: ese aparato represivo cuenta con un grupo paramilitar, conocidos como colectivos, que al igual que el agente James Bond tienen licencia para matar, dañar propiedad pública y privada, y sembrar el terror en la ciudadanía.

Es así como durante las últimas semanas hemos visto a la Fuerza Armada Nacional, representada por la Guardia Nacional, reprimiendo a los manifestantes como si fuesen enemigos invasores. Como si no fuesen venezolanos. Le dio la vuelta al mundo la secuencia de fotos en la que una funcionaria de la GN la emprendió con furia inusitada contra una señora que protestaba. El terrorismo de estado muestra otra cara de horror: la señora brutalmente agredida es imputada con cinco cargos mientras que se desconoce si su agresora está, aunque sea, siendo investigada por tan abominable acto.

La defensora del pueblo está, según se entiende de sus declaraciones, cómodamente sentada en su oficina esperando que vengan a presentarle denuncias. Se pregunta uno, para qué sirve tal dependencia si alguien tiene que quejarse para que la misma actúe. ¿Es que la defensoría del pueblo es un organismo reactivo, que no activo?

La fiscal general se permite el desaguisado de llamar a los ciudadanos, escuálidos, miembros de la derecha y demás epítetos. Eso la pone claramente del lado del proceso político y no del lado de la Constitución. Queda descalificada para que buena parte de la población le atribuya actuaciones de buena fe.

Estamos en una situación mucho peor que la del Caracazo. Y, es además así, porque los medios han sido silenciados. Y esas denuncias que se hicieron en 1989, ahora no tienen cabida en los medios sometidos por el terrorismo de estado. Además, organismos como la fiscalía y la defensoría del pueblo están entregados en los brazos del proceso político, los venezolanos están desamparados y a su propia suerte.

Este FEBRERAZO vino a demostrar que el proceso político que se inició en 1999 es más de lo mismo. La corrupción campea, los problemas económicos hacen que uno de los países más ricos de la región tenga una de las poblaciones más pobres del continente. La criminalidad nos pone en niveles muchos peores que el de países en guerra. El uso del territorio para el tráfico de drogas nos reduce a la condición de república bananera con soberanía cuestionada por grupos que retan el poder del estado.

Lo peor, no estamos en democracia. Estamos en un GORILATO. Un régimen de una clase política que piensa que en el siglo XXI es posible someter a la población a una forma de pensar, o en su defecto, a aceptar silenciosamente unas condiciones que mancillan sus individualidades y por lo tanto, sus derechos humanos.

Lo he dicho antes y lo repito ahora, Venezuela nunca había estado tan mal. Nuestro país cuenta con recursos para ser uno de los líderes del continente. Por el contrario. Hemos perdido soberanía, no comemos sino importamos; un ministro de defensa de una sub potencia se permite declarar que montará bases militares en nuestro territorio y nadie de la clase política abre la boca. Venezuela es un país empobrecido al límite que es más fácil comprar un vehículo en Nicaragua o Haití que aquí.

La situación es insostenible. La represión brutal del gobierno no parece ser suficiente. Aún si logra salir airoso de este dramático momento, está condenado a más protestas y a más demandas de una población que se niega a ser reducida a la miserable condición del hermano pueblo cubano.

Febrero de 2014 ya pasó a la historia como el fracaso de este régimen “humanista” de demostrar su compromiso con los derechos humanos. La máscara se perdió en el tumulto. Lo único que verá la comunidad internacional, es la horrorosa cara de un gorila que instintivamente defiende su territorio, sin valores y sin principios. La fachada democrática se resquebrajó y deja ver, por las grietas, la cruda realidad que le toca vivir al pueblo venezolano, ante la desidiosa mirada de los gobiernos de países hermanos.

 

@botellazo