Ya no es un solamente la leche, el pollo, la carne, el aceite, la harina de trigo, la harina precocida, el papel toilette, las servilletas, sino que ahora no hay pan de trigo, ni galletas, ni mayonesa; estos es, que cada vez más se agregan nuevos artículos a la lista de alimentos desaparecidos de los anaqueles y eso es grave porque va minando la paciencia de los venezolanos, más allá de que algunos piensen que ya nos hemos acostumbrado a las colas y a la escasez. Otro factor que se suma a la gravedad del concierto nacional es la inflación. Por más que se diga que pareciera que la sociedad venezolana es ilimitada en su aguante a los embates inflacionarios, la verdad es que unos precios que se han quintuplicado y un salario que ha aumentado 30%, tienen que estar corroyendo la fe y la confianza de quienes han sido los sostenedores del régimen. Ni el pago de las misiones, ni el salario mínimo actualizado permiten afrontar el pago de una reparación menor de la vivienda, la compra de un repuesto para la moto, el mercado semanal, el vestido de graduación de la hija o los zapatos para los hijos menores. Si el gobierno cree que puede devaluar cuando le dé la gana, emitir el dinero inorgánico que considere conveniente y mandar a saquear los comercios impunemente, sin que tenga que afrontar consecuencias adversas de la gente, se equivoca de medio a medio.
La inseguridad hoy es más precaria que nunca. A la masacre cometida contra la familia Spear, se suma el asesinato de un connotado y muy querido arquitecto venezolano, John Machado. La tendencia es que este flagelo aumente por la ineficiencia e incapacidad de este régimen. Pdvsa está destruida, Sidor en la carraplana, los hospitales en el piso, las escuelas abandonadas, la misión vivienda ha sido un monumental engaño, las carreteras intransitables, los puertos atestados, las cárceles un infierno, etc. De manera que estamos sentados en un polvorín. El gobierno lo sabe, por eso se atornilla con el estamento militar; sin embargo este cuerpo siempre responde al poder sin guardar fidelidades. Estas razones y otras más, muestran a las claras que algo huela mal en Dinamarca y que la presión sobre la olla ha aumentado en este año de una forma mucho más dramática que en todos los anteriores. Lo que está por venir no será fácil para nadie pero sobre todo el gobierno la pasará muy mal. Estará recogiendo lo que malévolamente sembró en estos 15 años.
Miguel Méndez Rodulfo
Caracas 6 de febrero de 2014