Navidad, Reyes Magos, cumpleaños, aniversarios… en todas esas fechas solemos recibir regalos de parte de nuestros seres más queridos. Y aunque puede resultar difícil de creer, algunos estudios han demostrado que recibir regalos no es tan placentero como el hecho de hacerlos. La generosidad propia de los actos prosociales parece tener también su sitio en el cerebro. De hecho, Hugh Crago (2012), la relaciona más con el hemisferio derecho del cerebro. En otro estudio, en 2010, Elisabeth W. Dunn y su equipo encontraron que los adultos eran más felices cuando se gastaban el dinero en otras personas que cuando lo hacían sobre ellos mismos.
Recientemente, un artículo publicado en PLOS One (2012) indicaba que este fenómeno puede observarse también en niños muy pequeños, a los que generalmente se les supone un mayor egocentrismo y egoísmo. En el estudio, realizado por un equipo de investigadores de la Universidad de British Columbia, quisieron averiguar si los niños de menos de dos años de edad mostraban más signos de felicidad al recibir un regalo en forma de golosina o al hacerlo.
Dos observadores independientes codificaban las caras de los niños en una escala desde 1 ‘Nada feliz’ hasta 7 ‘Muy feliz’. Se compararon las expresiones emocionales de los niños a lo largo de varios momentos: recibir golosinas, ver como el experimentador daba una golosina a un peluche, dar una golosina de otra persona a un peluche, o regalarle una golosina de las propias. Los resultados mostraron que los niños, no sólo no mostraban disgusto al regalar, sino que mostraban más felicidad cuando le daban la golosina al peluche que cuando la recibían ellos mismos. De forma más significativa, sus caras reflejaron más felicidad cuando regalaban una de sus propias golosinas al peluche, lo que sucedía independientemente del grado de entusiasmo mostrado por el peluche (manejado por el experimentador).
Leer más: Muy Interesante